Las huellas de memoria

Huellas de memoria

Me ha llegado un magnífico artículo escrito por Eva Borrás, veterinaria de vocación y corazón, en el que enlaza magistralmente los conceptos de emoción, memoria y aprendizaje desarrollados en «¿Es el enemigo? La eficacia de comunicarte» aplicándolos a la etología canina.

Es breve, conciso y nos aporta una conceptualización pragmática sin perder de vista la importancia de los sentimientos en nuestras relaciones: tanto con otras personas como con nuestras mascotas.

Os lo comparto mediante el siguiente enlace al blog de su página web para que podáis disfrutarlo tanto como yo.

¡Feliz semana!

Sara de Miguel

Belleza perdida

Me miras pero no me ves.

Siento que pasan los días

y que ya no me admiras.

Hace tiempo que en tu alma

ya no se refleja la mía.

Hemos perdido el don de emocionarnos

con tan solo una mirada.

Recuerdo cuando percibía la pasión

en cada una de tus caricias,

cuando podíamos estar horas besándonos

sin importar el mundo,

como si fuéramos

los únicos enamorados del universo.

Ahora ya no tienes tiempo para abrazos de más,

ni para palabras hermosas,

no te quedan fuerzas para escuchar mis historias

ni contarme las tuyas.

Ya no me acunas en tu regazo

cuando tengo miedo o penas.

Ya no busco tu cariño

ni te doy todo el que siento

porque la costumbre

nos ha llevado

a no valorar

todo el amor que nos tenemos.

Me siento como una hermosa flor

sola y solitaria

que florece abatida

porque mi belleza no existe

si tú no la ves.

Belleza perdida por haber perdido

los únicos ojos que la veían…

 

«No dejes que la costumbre acabe con la llama del amor»

Poesía de Sara de Miguel y fotografía de Tomeu Mir.

 

Declaración de principios

Soy una persona independiente y fuerte. Como una planta que sobrevive en invierno y florece en primavera.

Me gusta cuidarme y cuidar de las personas que quiero. Cuido el jardín de mi vida, cuido a las personas que quiero regando con ternura y pasión cada relación de la que formo parte.

Podemos tener una relación juntos, pero no quiero que sea como cualquier relación.

Es indiferente si la relación es de amor, amistad, de trabajo o simplemente casual o temporal. Pero es nuestra relación y me gustaría que hubiera una diferencia.

Ésta diferencia está en que para formar parte de mi vida debes respetar que tengo unos principios que me definen y que son importantes para que nuestra relación sea sana y satisfactoria:

  • No busco en ti que llenes ningún vacío. Mi vida está llena de personas y situaciones geniales. Soy una persona sana física y emocionalmente. No tienes que sustituir a nadie, ni curarme de nada. No necesito que llenes mi tiempo. Tengo responsabilidades, inquietudes, amistades y aficiones suficientes como para que no me basten las horas para hacer todo lo que me gustaría. Sin embargo, si se dan las circunstancias, deseo compartir mis responsabilidades y las tuyas, mis inquietudes y las tuyas, mis amistades y las tuyas, mis aficiones y las tuyas en el punto que a ambos nos satisfaga.

  • No busco en ti que soluciones mis problemas. He tenido muchos, y salido airosa de ellos. Unas veces me ha ido bien, y las otras he aprendido de mis errores. Sin embargo, si se dan las circunstancias, deseo compartir mis problemas contigo, y que compartas los tuyos conmigo, ser un equipo que mejora las circunstancias, y que se apoya en los errores, aprendiendo juntos esto tan difícil que es vivir.

  • No busco en ti amor incondicional. El amor está siempre condicionado a las personas que lo comparten. No necesito grandes demostraciones, ni situaciones dramáticas. Sin embargo, si me amas, deseo que piensen en mí cada día como un motivo para sonreír, y me lo hagas saber. Deseo que confíes en mí, y me lo hagas saber. Deseo que si surgen dudas o necesitas hablar, me lo hagas saber. Deseo que te sientas feliz por compartir la vida conmigo, y me lo hagas saber. Te aseguro que si te amo, yo te haré saber que eres un motivo para sonreír, que confío en ti, que te deseo, y que me siento feliz por compartir tu vida conmigo.

  • No espero que te quedes para siempre. La vida cambia. Las circunstancias cambian. Las personas cambian y las relaciones cambian. Comprenderé la evolución de tu vida, de tus necesidades, de tus inquietudes y de tus sueños. Estaré ahí para ayudarte siempre a lograr tus objetivos, apoyarte en tus decisiones y favorecer que crezcas como persona. Si en algún momento decides continuar tu camino sin mí a tu lado, lo respetaré y guardaré nuestros recuerdos en el mejor cofre, que es mi corazón latiente. Siempre que lo desees mi puerta estará abierta con una sonrisa. Deseo que si en algún momento mi vida cambia, o yo cambio, o cambian mis sueños e inquietudes, también lo respetes. Si sigo un camino en el que nuestra relación se distancia, deseo que lo respetes y guardes mis recuerdos con cariño, y si puede ser, que dejes aunque sea una ventana a la que asomarme para saber de ti porque siempre serás importante para mí, pase el tiempo que pase.

  • Finalmente, no busco en ti la felicidad. La felicidad es un traje a medida que sólo puede confeccionar uno mismo. Yo soy consciente de ello y me cuido emocionalmente para ser feliz, independientemente de que formes parte de mi vida. Sin embargo, si se dan las circunstancias, deseo compartir esa felicidad contigo, formar parte de tus motivos para ser feliz, y que formes parte de mis motivos para ser feliz.

Las relaciones deberían ser así. Claras, sinceras y realistas. Llevadas con sabiduría y afecto. Como la naturaleza: todo fluye en armonía.

Si estás dispuesto/a a respetar y compartir mis principios… ¡Bienvenido/a a mi vida!

Fotografía y texto de Sara de Miguel.

Detalles

Aprovechando la fecha «señalada» del calendario, que nos invita a manifestar nuestro amor, comparto una reflexión sobre un tema importante en las relaciones: la atención a los DETALLES. Y de ahora en adelante en el presente texto donde pone relación quisiera generalizar a cualquier persona por la que sintamos afecto de nuestra vida (pareja, hijos, otros familiares, amistades, etcétera).

Cada persona siente, vive, piensa y se comporta diferente. Por lo tanto la importancia que le da a los detalles será diferente.

Si la otra persona de tu relación no es detallista y te gustaría que lo fuera, díselo, y dale opciones y alternativas para que sepa cómo hacerte detalles que te resulten significativos para ti. O al contrario, si no eres detallista y la otra persona sí, pregúntale si eso le supone malestar, y qué podrías hacer para que se sienta mejor. Básicamente favorece la comunicación.

Los detalles son una manera preciosa de reforzar a las personas con las que tienes algún tipo de relación afectuosa, y de que la otra persona te refuerce. Es una manera de demostrar interés y generar emociones positivas intensas. Pero también es una inversión de tiempo, esfuerzo y (cuando son materiales) dinero, por lo que asegúrate de que ambos expresáis vuestros gustos y apetencias respecto a los detalles.

No olvides que hay detalles que son gratis: los halagos y alabanzas.

No desaproveches la oportunidad de reconocer a las personas que estimas todo lo que te gusta de él o ella. Habla de lo que no te gusta o te genera malestar en pequeño (mediante la crítica constructiva y las discusiones positivas), y habla de lo que te gusta y te hace sentir bien en grande (mediante los halagos, las alabanzas y los refuerzos).

Recuerda que somos lo que hacemos: si tus hábitos comunicativos y conductuales tienden a generar malestar, generas y activas huellas de memoria negativas. Si, por el contrario, tus hábitos comunicativos y conductuales tienden a generar bienestar, generas y activas huellas de memoria positivas.

Una relación sana, estable y satisfactoria es en la que el bienestar del otro es igual de importante que el tuyo, y viceversa. Tú eres el responsable de tu parte, y tú eliges cómo deseas que se sientan los demás respecto a ti.

Al final lo único importante no es ser, ni tener, relaciones perfectas, es ser y hacer relaciones FELICES.

Fotografía y texto de Sara de Miguel.

Extraído y adaptado de «¿Es el enemigo? La eficacia de comunicarte».

¡Feliz día!

Garabato

Alguien me dijo hace poco que las personas son como líneas en un papel: pueden coincidir momentáneamente en el tiempo y en el espacio para volver a separar sus caminos, o pueden ser simplemente paralelas.

Y disiento, como no, y me enredo, y me ofusco. Pues las personas pueden ser como líneas, pero las líneas siempre pueden ser algo más que líneas según las manos que las dibujen.

Si dibuja un arquitecto, todo es lineal, todo tiene un sentido y una función. No se dibuja una línea innecesaria, ninguna línea se sale del proyecto preestablecido. Entonces es cierto: dos líneas sólo son paralelas o se cruzan, dos personas ni se conocen o coinciden por un breve período de tiempo y espacio. Todo se desarrolla en un blanco impoluto y en un negro azabache, puro contraste.

Y yo me pregunto, ¿es la vida arquitectura? ¿somos todos “líneas rectas”? ¿sólo hay un papel? ¿sólo hay una tinta?

Y mi respuesta es no. Si dibuja un artista, o un niño, o cualquier persona que no sea lineal, nuestra vida es un garabato, que se mueve por el espacio de un papel inabarcable, casi perpetuo. Nuestros colores ni siquiera existen en el arco iris, nuestro recorrido es indescriptible.

Comenzamos en cualquier punto del garabato entrecruzado de nuestros padres y el trazo es casi azaroso, y puede tener retazos lineales, retazos circulares, retazos indefinidos, puede tener vueltas atrás, iniciativas hacia delante, puede deslizarse sobre sí mismo y transitar momentánea o eternamente por los garabatos de las personas que conforman nuestras vidas. Puede ser de cualquier color, y puede cambiar de color o tener matices infinitos. Puede ser un garabato fuerte, débil, una sombra o un perfil. Puede ser todo lo que queramos que sea. Puede ser todo lo que los demás garabatos nos ayuden a ser. Puede ser todo lo que los demás garabatos nos limiten a ser.

Al fin y al cabo decidimos parte del recorrido, el resto es cosa de todos los que compartimos el mismo lienzo. Un lienzo que, aunque pueda parecerlo, no tiene un principio y un fin, no tiene márgenes. Y podemos asomarnos a los precipicios sin temor, pues mientras quede tinta, queda vida.

Así pues no me queda más que afirmar con rotundidad que las líneas de mi vida han sido, son y serán un garabato impreciso, incomprensible incluso para mí, son las de un proyecto que nunca acaba, que renace cada día, a cada hálito. Y no por ello será menos importante que el proyecto de un arquitecto, todo lo contrario, valdrá más, pues en la improvisación, en la capacidad de cambio, de lucha, de entusiasmo por la vida reside mi felicidad.

Soy el arte que se recrea en sí mismo. Soy el garabato de un niño en un papel. Soy la belleza de la incertidumbre de mi vida entrelazada con la incertidumbre de las de personas que amo.

Lo soy todo menos una línea.

Extraído de «9 Principios y ningún final».

¡Feliz año nuevo y disfrutad de ser garabatos!

Sara de Miguel

Pseudo-relaciones y relaciones tóxicas

PSEUDORRELACIONES Y RELACIONES TÓXICAS

¿Pseudoqué? Vaya palabreja. Mejor me explico: “pseudo” significa “casi”o “parecido” cambiando el significado a la palabra que acompaña. Pseudorrelación significa un contacto entre dos personas que es casi una relación pero en realidad no lo es, aunque lo parece. En nuestra cultura y sociedad es cada vez más frecuente tener pseudorrelaciones: relaciones que lo parecen pero no lo son.

¿Te suenan los “rollos”? Dos personas que están “liadas” durante un tiempo pero no son pareja. ¿Te suenan los “conocidos”? Personas con las que tienes una relación similar a una amistad pero que no llega a ser una amistad.

Este tipo de pseudorrelaciones responden a dos causas principales. La primera es social: cada vez se establecen menos vínculos profundos y más superficiales que responden a necesidades instrumentales (esto es, utilizas a las personas porque necesitas algo de ellas). La segunda es que los estereotipos de libertad y diversión han cambiado hasta el punto de confundir libertad con libertinaje y diversión con exceso.

Me explico: la libertad es poder decidir y elegir qué haces de una manera responsable. El libertinaje es el desenfreno sin control y sin ser consecuente o responsable de los propios actos.

Por su parte, diversión es pasarlo bien, mientras que exceso es llevar la diversión a los extremos en los que supone perder el control conductual o emocional.

Esto nos ha llevado a un punto en el que cada vez tienes más conocidos y menos amigos, y cada vez te diviertes menos porque te involucras demasiado en actividades o conductas potencialmente peligrosas para tu salud física y mental porque las hacen esos conocidos y porque socialmente están de moda.

Por ejemplo, es demasiado habitual que se produzcan más infidelidades porque responden a una apetencia momentánea, eligiendo libertinaje en vez de libertad, y exceso en vez de diversión. O cada vez se bebe más alcohol o se consumen más drogas por el mismo motivo. Quizá te lo puedes pasar igual de bien, o incluso mejor, pasando más tiempo con amigos haciendo actividades positivas, pero socialmente no es “tan guay” ir de excursión o visitar museos como salir de marcha o “ir de flor de flor”.

NO CONFUNDAS RELACIONES CON PSEUDORRELACIONES. Eres libre de tener las relaciones y pseudorrelaciones que desees y que te hagan sentir bien y feliz. Sin embargo, evita etiquetar como amistad una relación instrumental con una persona que sólo sirve para salir de marcha. O evita etiquetar como pareja una relación que sólo sirve para saciar las apetencias sexuales. Si confundes con frecuencia las relaciones con las pseudorrelaciones, tenderás a confiar en exceso, compartir intimidades y dedicar demasiado tiempo y esfuerzo a personas con las que no mantienes una relación, que no te van a corresponder, y que pronto o tarde te harán sentir frustrado/frustrada e infeliz.

Hay dos pautas principales que pueden ayudarte a gestionar las pseudorrelaciones:

– ESTABLECER VÍAS DE COMUNICACIÓN EFICACES. Da igual qué tipo de pseudorrelación estés teniendo, expresa claramente lo que deseas de esa relación y cuándo lo deseas para que la otra persona esté informada siempre de tus expectativas. Como toda relación puede cambiar con el tiempo (de “rollo” se puede pasar a pareja, o de “conocido” a amistad), pero asegúrate hablándolo con la otra persona de que es un cambio mutuo y que la relación que crees que estás teniendo es real.

Si es mutuo, tanto en términos de relación o de pseudorrelación, fantástico, porque ambos esperáis lo mismo.

Sin embargo, si no es mutuo, plantéale qué tipo de relación te gustaría que fuera, y pon en común las posibles expectativas de futuro. La otra persona es libre de decidir si es lo que desea o no.

Tú no decides por nadie, pero sí decides si te comunicas eficaz y sinceramente con esa persona y si aceptas las condiciones de esa pseudorrelación o relación o no.

– ACEPTAR EL CARÁCTER INSTRUMENTAL DE LAS PSEUDORRELACIONES Y RELACIONES. Cuando hablamos de amistad, pareja y familia nos referimos a relaciones en las que amamos a esas personas y deseamos, por encima de todo, su bienestar. Por supuesto, esperamos una reciprocidad: que esas personas nos amen y nos deseen bienestar y felicidad. Cuando sabes que pase lo que pase (aunque haga mucho tiempo que no os hayáis visto, o hayáis tenido algún problema o conflicto) puedes contar con el respeto o apoyo de esa persona, es que tienes una relación con él o ella.

Por el contrario, cuando una persona es adecuada para compartir una parte de tu vida, aficiones o actividades concretas (por ejemplo, salir de marcha, o ir a jugar al fútbol, o de compras) pero no recurres a ella en caso de necesitar una fuente de confianza, apoyo, comprensión o respeto en todos los ámbitos de tu vida, se trata de una pseudorrelación.

En tu vida seguro que tienes varias relaciones y muchas pseudorrelaciones, simplemente acéptalas como lo que son, disfrútalas como lo que son, y no esperes de una pseudorrelación lo propio de una relación, porque es injusto y frustrante para ambos. Naturaliza los diferentes tipos de personas, su “función” en tu vida, y te evitarás muchísimos problemas prácticos y emocionales a lo largo de tu existencia.

Mención aparte son LAS PERSONAS O RELACIONES TÓXICAS.

Una persona tóxica tiende a hablar en exceso sobre sí misma, centrando el mundo en su ombligo y potenciando su ego por encima de los demás.

Normalmente se centran en todas las cosas malas que les ocurren, dramatizando los acontecimientos de su vida cotidiana y envolviendo su alrededor de pesimismo.

Además suele asumir el rol de víctima, pretendiendo ser siempre el centro de atención, y sin tener en cuenta su parte responsable en las cosas que le suceden y sin motivar cambios que le lleven a mejorar las situaciones que le generan malestar.

Suelen culpabilizar a los demás de sus problemas, y expresan constantemente su infelicidad.

Finalmente, actúan como auténticos “VAMPIROS EMOCIONALES”, absorbiendo el tiempo y el esfuerzo de los demás en su beneficio propio. ¿Te suena? Seguro que conoces a alguien así.

Todos pasamos por malos momentos y a todos nos pasan cosas malas, porque hay muchas cosas que nos ocurren que no las elegimos, simplemente vienen.

La diferencia es la actitud que presentas frente a lo que te sucede: si aceptas que hay cosas que te suceden que dependen de ti, y dedicas tiempo y esfuerzo a cambiarlas, estás en el camino adaptativo.

Si aceptas que te suceden cosas que no dependen de ti y dedicas tiempo y esfuerzo al afrontamiento emocional, estás en el camino adaptativo.

Quejarse, dramatizar y recurrir a los demás con demandas excesivas de apoyo emocional frente a lo que uno mismo debe asumir a la larga establece un hábito de toxicidad propio y en tu entorno.

Es importante identificar a las personas tóxicas que puedan estar en tu vida, porque te absorben las energías y te impiden vivir tu propia vida con naturalidad. Además normalmente te arrastran a círculos viciosos de libertinaje y excesos (porque son personas más propensas a la impulsividad que una persona estable y sana emocionalmente) que a la larga no te benefician, y tienden a exigir exclusividad o una demanda elevada de atención que te aleja de otras personas importantes de tu vida porque no soportan compartir tu cariño o afecto con los demás.

Independientemente de que todos podemos pasar por malos momentos, y estar más pesimistas o necesitados de atención, intenta no convertirte en una persona tóxica ni dejes que una persona tóxica tome las riendas de tu vida.

Al fin y al cabo, tú no decides lo que hacen los demás, pero sí decides que haces tú.

Aprende a DECIR NO cuando quieres decir no, justifícalo y exprésalo asertivamente si lo consideras necesario, pero no dejes que nadie decida por ti.

(Extraído de el libro «¿Es el enemigo? La eficacia de comunicarte»).

¡Feliz miércoles y a tener relaciones sanas y hermosas!

Sara de Miguel

Premios Blogosfera

Tengo el gran placer de compartir con vosotros la

Edición 2017 de los Premios Blogosfera.

Si tienes un blog o haces parte de uno puedes inscribirlo a los Premios Blogosfera, donde destacamos a los mejores blogs en español a nivel global. No importa la plataforma en la que esté (puede ser de WordPress, Blogspot, Blogger o cualquier otro).

Los premios constarán de TRES ETAPAS:

  1. Inscripción (del 10 de octubre al 7 de noviembre): periodo en el cual los dueños o colaboradores de cualquier blog en español podrán inscribirlo, con solo llenar ESTE FORMULARIO

  2. Elección de nominados (del 8 al 21 de noviembre): la cual será realizada por parte de nuestro Jurado. Éstos serán los encargados de elegir los mejores blogs inscritos en cada categoría, y posteriormente definir los nominados definitivos.

  3. Votación Pública (del 28 de noviembre al 12 de diciembre): en la cuál el público en general podrá decidir (entre los nominados determinados en la anterior etapa), el que consideran mejor, a través de voto secreto. Los resultados serán publicados el 15 de diciembre.

NOTA:  Por motivos de logística y presupuesto no se entregarán galardones físicos, pero es lo que se pretende en próximas ediciones. Por lo tanto se le entregará un certificado a cada ganador y se le hará difusión en nuestra web y nuestra fanpage de Facebook.

Este Blog (Sara de Miguel) se presenta en las categorías de:

Mejor Blog Personal

Mejor Blog Literario

Mejor Blog de Educación.

¡Os animo a participar también!

Un saludo y buena semana,

Sara

«13 Almas» en el #MesIndie de Amazon

Me siento afortunada de compartir cada vez con más lectores mis experiencias como psicóloga de cuidados paliativos domiciliarios recogidas en el libro «13 Almas».

En mi trabajo no sólo aprendo sobre el proceso de la muerte, si no también sobre la propia vida, lo que es importante y como ser más feliz.

Ojalá el mensaje de comprensión y empatía que contiene en cada historia continúe su viaje por el mundo y llegue a los confines más necesitados de humanidad y calidez.

Agradezco a Amazon que hayan seleccionado este libro para facilitar su difusión y, por supuesto, agradezco a todos y cada uno de los lectores que dediquen su tiempo a mi pequeño mundo de vida, muerte, amor y cariño.

Podéis encontrar «13 Almas» en esta promoción tan especial en los siguientes enlaces según las regiones que ha diferenciado Amazon:

España

México

Estados Unidos, América Latina y resto del mundo

¡Un saludo afectuoso y feliz #MesIndie a tod@s!

Sara de Miguel

 

 

Se felicita en público y se corrige en privado

«¿Conoces a alguien que no se queje nunca? ¿Has pasado más de una semana (quien dice una semana dice un día o un par de horas) sin criticar a alguien o alguna de sus acciones? Estoy segura de que no. Vivimos en una sociedad inmersa en la cultura de la crítica y la queja. Nos quejamos de todo y lo criticamos todo. A todas horas, vayas donde vayas, estés con quien estés, escuchas a alguien quejarse o criticar algo. Está aceptado socialmente quejarse y criticar, sin embargo no nos gusta ser el objeto de crítica o queja, ni nos parece bien que se nos quejen o que nos critiquen. Un poco contradictorio, ¿no crees?

Criticar y quejarse está genial, pero en su justa medida y con intención constructiva o de mejora. Y te ofrezco la posibilidad de que valores que recibir críticas y quejas no sólo es necesario, sino que es imprescindible en tu vida. Una pequeña reflexión: si nunca nadie se quejara de nada, ni criticara nada, hay muchos cambios que no se producirían. Las quejas y las críticas entendidas de una manera constructiva son motores de evaluación, de cambio y de aprendizaje a todos los niveles (tanto de evolución histórica, política y cultural, como a nivel personal).

Esto no significa que valga QUEJARSE Y CRITICARLO TODO sin ton ni son. Lo importante es saber qué criticamos, a quién dirigimos la crítica, en qué momento y lugar, y, sobretodo, con qué objetivo. Criticar por criticar, o quejarse por quejarse, puede servir de desahogo, pero poco más. Y es un desahogo que debes saber que genera HUELLAS DE MEMORIA EMOCIONALES NEGATIVAS, así que tampoco es que te favorezca su uso generalizado, a no ser que desees ir activando tus huellas de memoria emocionales negativas todo el tiempo hacia todo el mundo y todo lo que ocurre.»

Criticar o corregir en público genera emociones negativas tanto en la persona que recibe la crítica o la queja, como en las personas que os rodean en ese momento. Sin embargo, tener la paciencia necesaria para aceptar la situación, dejar que la emoción negativa que genera tu crítica o queja disminuya en intensidad, y ser capaz de aplazarla hasta el momento adecuado (en la intimidad), facilita que puedas expresarla mejor y que la persona receptora de la misma la acepte con más sosiego que en público.

Por otra parte se nos han olvidado los mimos, la comunicación en positivo, los refuerzos y la expresión de agradecimiento y de cariño, que son parte fundamental de la relación con los demás, y no sólo en privado, sino también en público.

Cuando somos niños pequeños nuestros padres nos insisten en que demos las gracias cuando recibimos algo (sea material o sea un gesto). Dar las gracias es expresar gratitud, agradecimiento o apreciación por el reconocimiento de un beneficio que se recibe o recibirá, sea del tipo que sea. A medida que crecemos nos acostumbramos a que dar las gracias no es necesario, se da por supuesto. Y no deberíamos dar nada por supuesto.

Seguro que te encanta que te agradezcan las cosas que haces por otras personas, y seguro que a esas personas también les encantaría recibir tu agradecimiento cada vez que hacen algo por ti. No es lo mismo dar por supuesto que tener la certeza. No es lo mismo que te pases días preparando una sorpresa para un ser querido, y suponer que te lo agradece, que que te diga con su propias palabras “Gracias por esto que has hecho por mí”. Tampoco es lo mismo esforzarse en hacer todas las obligaciones diarias lo mejor posible, a que alguna de nuestras personas más cercanas nos digan lo bien que lo hacemos o lo mucho que nos esforzamos.

De eso trata: de aprender a DAR LAS GRACIAS y a HACER MIMITOS COMUNICATIVOS, conductas que los adultos tendemos a dar por supuestas y que no sólo son agradables, sino que son muy necesarias para sentirnos bien con nosotros mismos, así como para que los demás se sientan cómodos a nuestro lado. Y si lo hacemos en público mejor que mejor. A todos nos gusta que nos reconozcan en privado, y más delante de otras personas, que tenemos grandes virtudes, hacemos cosas bien, tenemos atributos físicos, psicológicos y emocionales dignos de elogio. Todo ello genera HUELLAS DE MEMORIA EMOCIONALES POSITIVAS en nosotros mismos y en los demás.

El gran aprendizaje sería que hay que criticar y quejarse cuando sea necesario, pero en el momento adecuado y dirigido a la persona adecuada con las palabras adecuadas, y hay que saber agradecer y cuidar con palabras positivas siempre que se pueda. Disfrutemos de esta manera de la vida y de las personas que nos rodean, y hagamos de nuestras relaciones un mundo mejor.

Extraído de «¿Es el enemigo? La eficacia de comunicarte» de Sara de Miguel.

¡Feliz lunes!

4. El metro

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Mireia llegó a Barcelona con sueño. Salió del avión con cuidado de no coincidir con el dulce joven que se le había declarado. No le gustaba generar emociones negativas en los demás, y menos cuando él se había atrevido a ser sincero con ella.

Bajo hasta la parada del Aerobús. Tomó el transporte y se apeó en Plaza España. Paró a desayunar en una cafetería que acababa de abrir. A pesar de que por los nervios no tenía mucha hambre, pidió un zumo y medio bocadillo, y se obligó a terminarlos. Desayunó tranquila, tenía tiempo de sobra para su cita. Había cogido el primer vuelo de la mañana porque era económico, y con tres hijos la economía a veces era complicada.

Llamó a Jan para cerciorarse de que todo marchaba bien en casa. Jan le aseguró que estaban a punto de salir hacia el colegio y que sus tres hijos estaban maravillosamente. Mireia sonreía con sólo escuchar sus voces al teléfono. Finalizó la llamada con un “¡Qué tengáis un buen día!” entusiasta y cariñoso.

Mientras se deleitaba en el último sorbo de su café se fijó en cómo despertaba la ciudad, y con ella sus ciudadanos. A través de la amplia cristalera vió pasar cientos de personas que supuso que, ese día tan diferente e importante para ella, los demás simplemente continuaban con sus rutinas, esas que te proporcionan seguridad en la vida cotidiana.

Después se dirigió al metro. Sacó su tarjeta de diez pases, que había adquirido en el viaje anterior con Jan para economizar los traslados, y paso por la puerta. Tardó casi un cuarto de hora caminando en llegar al andén. Allí se quitó la chaqueta. Le costaba comprender como los demás no se estaban asfixiando con el calor extraordinario que hacía allí abajo. La diferencia de temperatura en pleno noviembre entre la calle y el metro debías ser, como mínimo, de quince grados. Se dejó el pañuelo al cuello para evitar constiparse o coger frío en la garganta.

Entró en el vagón que paró frente a ella. El metro dirección Trinitat Nova iba abarrotado. Buscó un sitio en el que pudiera agarrarse a una de las barras de seguridad, sin ocupar asiento, por si hubieran personas mayores o familias con niños. Encontró un hueco desde el que veía la pantalla de información, ideal para controlar las paradas y saber cuándo tenía que bajar.

Parecía un panal de abejas: decenas de personas apelotonadas en un espacio mínimo, moviéndose lo justo para evitar el incómodo contacto físico entre ellos. Cada uno con una historia, su propia historia, coincidiendo por azar en un mismo momento en un mismo lugar.

Las voces de dos mujeres sentadas a escasos centímetros de ella le sacaron de su ensimismamiento. Debían rondan los sesenta o setenta años. Iban bien vestidas, con sus bolsos de marca sobre el regazo fuertemente sujetados con ambas manos. El volumen de su conversación era excesivo, lo que hacía que inevitablemente todos a su alrededor pudieran escucharlas. Le generó curiosidad el tono despectivo y enfadado de sus palabras. Sin siquiera darse cuenta se encontró prestando atención a su diálogo.

Hablaban con amargura de sus hijos y su relación con ellos. Todo eran protestas, quejas y descontentos. Al principio sintió compasión por ellas. Parecía que tenían unos hijos desconsiderados que se aprovechaban de las pobres abuelas sin tenerlas en cuenta. Sintió profundamente la amargura que expresaban las mujeres hacia sus propios hijos. Le dio pena que una relación tan hermosa como es la maternal pudiera llegar a aquellos extremos de manipulación y abuso.

Entonces la señora que tenía más cerca de las dos que despotricaban abiertamente la miró con fijeza. Mireia las estaba escuchando con curiosidad. Sucedió algo que le sorprendió: la señora alzó la voz y comenzó a hablarle a ella con desprecio. Mientras Mireia se quitaba el pañuelo del cuello, acalorada, la señora le acusó de cotillear su conversación, y de varias cosas más. Se sintió avergonzada e incómoda. No era su intención haber escuchado con descaro. Se apartó los pocos centímetros que pudo de ella y desvió su mirada al panel informativo. Le increpaba gritando de maleducada. Se sentía abochornada. Consideró que tenía razón, aunque le pareció innecesario que le atacará de una manera tan brusca y maliciosa.

Mireia miraba el panel de información, con sus puntitos rojos en las paradas ya pasadas, alternando con un gesto de disculpa hacia las señoras. Pensó en pedirles perdón, pero el volumen elevado de su voz, así como sus expresiones de malestar, le persuadió de ello. No creyó que sirviera de nada.

Entonces las señoras volvieron a su conversación sobre lo desgraciadas que les hacía la relación con sus hijos. Pasaron a quejarse también de su relación con los vecinos, expresaron su malestar por las enfermedades que les atenazaban, los tratamientos que recibían y el mal trato recibido por los especialistas. Después su conversación se centró en el elevado precio de la fruta del mercado, y la descortesía de los tenderos del supermecado cercano a su casa.

Mireia entendió. Entendió que aquellas señoras estaban en un círculo vicioso de quejas y protestas. Repasó mentalmente todo lo que habían dicho sobre sus hijos. Era consciente de que no los conocía, ni conocía sus actos ni la relación real con sus madres. Pero comprendió que el problema eran ellas. No se puede estar bien con nadie si uno no está bien con uno mismo, y ellas no lo estaban. No sabía cuales habían sido sus expectativas sobre la vida, pero estaba claro que no tenían nada que ver con la realidad que estaban viviendo.

Suele pasar con las expectativas, ¡que se lo dijeran a ella!. En ese momento se encontraba en un vagón de metro por una circunstancia de la vida inesperada y no deseada. Pero allí estaba, enfrentándose a ello, afrontando la situación, y lo hacía con una sonrisa en los labios.

Pero aquellas mujeres estaban eligiendo negar su realidad, desear otra diferente, y obcecarse en lo que les gustaría que fuera. De esa manera se privaban a ellas mismas, y a las personas que les rodeaban, sus propios hijos, de tener la posibilidad de ser felices, fueran cuales fueran sus condiciones.

Las señoras estaban eligiendo quejarse, protestar, gritar y atacar a cualquiera que no hiciera lo que ellas consideraban correcto. ¿Y quién decide lo que es correcto? Seguramente “lo correcto” para cada uno de sus hijos debía ser diferente a lo que consideraban ellas. Y no por ello peor, ni mejor. Sólo diferente. Desde luego a gritos y expresando sólo lo negativo era difícil que pudieran entenderse.

Repasó minuciosamente la conversación entre las señoras. No fue capaz de encontrar una sola palabra en positivo. Ni hacia sus hijos, ni hacia nada. A todo y a todos le habían puesto la etiqueta de “malo”. Probablemente se sentían encerradas en un mundo que percibían “malo”, de cosas y personas “malas”, sin ser capaces de valorar nada bueno en la conducta de nadie. Ni siquiera eran capaces de valorar algo inocuo, como el hecho de que ella, y otros tantos pasajeros del metro, les escucharan por el mero hecho de que hablaban voceando.

Supuso que, para ellas, debía ser mucho más fácil buscar culpables ajenos que pensar que uno mismo es responsable, aunque fuera en parte, de las cosas que le pasaban. Pensó cuánto podrían cambiar sus vidas si simplemente prestaran un poco de atención a sus propios comportamientos y vieran que parte de lo que les sucedía eran consecuencias de ellos. Podría escuchar más a las personas que les rodeaban, incluidos sus hijos, que seguramente no deseaban que sus madres se sintieran así de menoscabadas en su relación. Podrían prestar atención a las cosas positivas que hacían los demás hacia ellas, que seguro que más de una habría, y expresar también algo en positivo de todo eso.

Quizá todavía tuvieran la oportunidad de ser un poco más felices. Le hubiera gustado decírselo mientras se levantaban, peculiarmente, en su misma parada: Vall d´Hebrón. Pero simplemente se mantuvo a cierta distancia para evitar más conflictos. A Mireia no le gustaban los problemas. Tenía una premisa máxima: si la solución del problema dependía de ella, ponía todos sus esfuerzos en solucionarlo. Si no dependía de ella, se mantenía al margen para que no le afectara a nivel emocional de manera innecesaria.

En ese momento la señora que había arremetido contra ella se giró para mirar los asientos que acaban de abandonar, revisando no dejarse nada. Al cruzar la mirada con Mireia, lo hizo con un gesto retador, prosiguiendo los reproches contra ella y contra la humanidad en general.

La señora expresó una opinión personal, sobre política, educación, malos tratos, y psicología que, además de ser extremista e irreal, le pareció fuera de lugar. Un vagón de metro repleto de personas que podrían pensar diferente a ella estuvo obligado a escuchar su acalorada y agresiva disertación. Varias fueron las miradas estupefactos e hicieron gestos de desacuerdo. Aunque nadie se tomó la molestia de replicarle. Mireia supuso que, como ella, lo vieron un esfuerzo inútil.

La joven bajó en la parada, y salió a la calle que le llevaría al hospital, manteniéndose a una prudente distancia de las señoras.

Mientras se ponía el pañuelo y la chaqueta de nuevo, ante el frío y la llovizna, no pudo evitar recordar a su madre, que había fallecido ocho años atrás por un cáncer de colón. Le dolió el pecho y las lágrimas afloraron a sus cansados ojos. Ojalá su madre pudiera estar viva y ambas pudieran disfrutar la una de la otra. No habían tenido una relación ideal, porque eran muy diferentes, pero siempre la había querido y valorado mucho. No pudo imaginar cuan difícil debía ser que tu madre te trate con condescendencia y demagogia, como hablaban aquellas señoras de sus propios hijos. Ni siquiera valoraban el hecho de estar vivas, de tener el honor de tener hijos y nietos de los que disfrutar.

También recordó con una amplia sonrisa a sus suegros. Siempre cariñosos y amables. Facilitaban que sus vidas y su relación fuera tan buena. Se sintió agradecida de la maravillosa relación que tenía con ellos.

Manuela y Juana siguieron su camino lleno de odio y amargura, sin ser conscientes del amplio rechazo que habían generado en la mayoría de pasajeros con los que había compartido lo que ella consideraba su gran experiencia y sabiduría en aquel vagón de metro. Ni se planteó que sus ideas pudieran ser equivocadas. Manuela nunca supo quién era aquella joven contra la que había arremetido por su incómoda curiosidad, ni le importó ni volvió a pensar en ella nunca más.

Por el contrario, Mireia nunca olvidó a aquellas señoras. Las recordó siempre que sintió la necesidad de quejarse por quejarse, o de hablar mal de alguien o con alguien, o de tratar con impaciencia a su marido o a sus propios hijos, o de no valorar lo suficiente a su madre en el recuerdo, o a sus suegros en su vida cotidiana, o a cualquiera que se cruzara en su camino.

Mireia supo que no quería ser como ellas. Ellas habían elegido hacer de su día a día un infierno de problemas innecesarios. Prefería perdonarlas por vivir en la ignorancia emocional. Prefería no juzgarlas por no elegir valorar el simple hecho de estar vivas, y de hacer de su vidas, y la de quienes la rodeaban, lo más bonita posible.

Con más ganas que nunca Mireia afrontó el reto de iluminar con sonrisas cada momento, cada situación, por muy complicado que fuera.

Decidió no caer en el ostracismo ni en la negatividad. Decidió que la felicidad estaba en las pequeñas cosas, y que una palabra hermosa o un gesto agradable también eran felicidad. Se esforzaría porque así fuera.

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