
Atado a ti inexorablemente
desde el efímero instante en el que universo se alineó
para que cayera rendido a tu inefable belleza.
No imagino mayor buenaventura
que disfrutar de tu hermosura,
ni peor tormento que el inexorable paso del tiempo
que de ti me aleja.
No andaba buscando nada
y fuiste mi serendipia.
No deseaba nada
y, sin embargo, una triste melancolía
de mí se adueña cuando no estás a mi lado,
regalándome en cada una de tus sonrisas
una serena epifanía.
Y se esconde tras el horizonte el sol,
y con él tu luz.
Y se esconde tras las nubes la luna,
y tu voz meliflua me describe con elocuencia
el infinito arrebol que provoca tu mera presencia
incluso en la propia naturaleza…
Diosa del ocaso, dulce, apasionada, valiente.
Mujer de nadie, dueña del deseo de todos.
No te vayas, que necesito un poema,
cual metafórico candado,
para atar tu alma y mi alma
y no volver a sentir soledad
ni al anochecer ni al alba.
Poema y fotografía de Sara de Miguel
Bello poema y una foto excelente. Gracias por compartir. Un abrazo.
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