Había perdido toda esperanza. Una dama como yo jamás sobreviviría en el salvaje oeste. Se acumulaban las penurias, los fracasos y las mentiras. Poco a poco se me endurecía el corazón.
Me acostumbré a verme rodeada de esas pequeñas bolas de ramaje seco, que se mecían de un lado a otro a merced del aire y que acompañaban mi soledad.
En la calle hacía frío, y todos me daban miedo.
Cualquiera podía ser un forajido que me robase el alma.
Y en casa se amontonaban los recuerdos tristes y el desorden en los armarios.
Entonces llegaste tú. Habías llegado hace tiempo, pero supiste esperar a que mi ojos pudieran verte. Esperaste a que tus propios fracasos, penurias y miedos hubiesen cicatrizado.
Eres el Sheriff. Impusiste la ley de la confianza, de la amistad, del amor y de la pasión.
Mi mundo ha cambiado. Luces como el sol de mi mundo, desprendes luz y calor. Ya no hay vientos traicioneros. Ya no hay soledades, ni forajidos. Mis armarios están limpios y vacíos, esperando que nuestras vivencias los llenen de recuerdos nuevos y hermosos.
Yo he cambiado. Me siento fuerte y protegida a tu lado. Me siento segura y confiada. Me siento entusiasta y feliz. Sé que ya no tengo nada que temer, ya puedo vivir tranquila porque tú has llegado y nos amamos como nunca habíamos amado.
Juntos podemos con todo.
Eres el Sheriff que se atrevió a poner orden en mi salvaje oeste.
Eres mi Sheriff y te amo.
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