Cuando uno está enfermo de amor,
es difícil dejar marchar a quien amas.
Pero el viento susurra tibiamente en mi oído
que seguir adelante no tiene sentido,
el roce suave del adiós en mis manos
me enseñan un nuevo camino
en el que doy gracias por todo lo compartido
y me despido con cariño,
deseándote lo mejor,
pues no mereces menos que mis mejores deseos
y un respeto desmedido.
Así es como debería ser cualquier despedida:
con un tierno ósculo en la mejilla
y una enorme sonrisa
por lo vivido.
Fotografía y texto de Sara de Miguel.
Que belleza la vida es linda, nos merecemos otra oportunidad y si respeto por la otra persona aun cuando estemos muy dolidos
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Qué ciertas tus palabras!!! Gracias por compartirlas Maria!!! Un saludo!!!
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