Había una vez una fanática de las palabras.
El cariño y el afecto se retrataba en cada vocablo
que surgía a borbotones por el caudaloso río que era su boca.
Una noche, buscando inspiración en los caminos de un campo abandonado,
se perdió con la luna como única guía.
Le rescató un amable caballero que de palabras no entendía nada.
Su pasión eran los actos. Con sus acciones demostraba sus sentimientos.
Le dio calor con su cuerpo para que no sucumbiera en el frío del crepúsculo.
Le proporcionó agua para que no sintiera la sed,
y comida para que no pasara hambre.
Le regaló el cobijo de un árbol frondoso
para que apreciara la formidable hermosura del bosque.
Ella le agradeció sus magníficos cuidados con locuacidad,
como entendía el mundo: con el vicio de las palabras.
Surgió el amor entre ambos,
pero las ambiguas discrepancias entre ellos
hizo surgir el temor al fracaso emocional.
Tardaron tiempo en reconciliar sus expectativas
pero comprendieron que no eran almas opuestas
sino complementarias.
El don del acto y el de la palabra
se unieron en un querer infinito
presente y futuro portentoso.
¡Feliz día!
Poema de Sara de Miguel e ilustración de jb70g.
¡Me encantó, Sara! No podrían vivir en eterna pugna, ¡son complementos!
¡Un gran abrazo!
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Gracias
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