Declaración de amor: es porque tú eres.

No, no me lo digas.

No me digas que me quieres. No quiero escucharlo.

¿Sabes? Mejor no digas nada. No quiero escucharte.

Estabas tan acostumbrada a que me quedase mirándote con cara de bobo cuando hablabas que ya no sabes estar callada cuando te lo pido.

Años y años de obedecer sin entender y sin siquiera poder ni preguntar ¿por qué?

Fuiste dura conmigo, me enseñaste a complacerte sin cuestionar tus motivos. Y cuando me rebelaba recibía alguno, o varios, de tus castigos: el vacío, la crítica explícita delante de cualquiera, o el peor de todos, quitarme tu amor y hacerme sentir la peor persona del mundo.

Entonces yo, arrepentido sin saber de qué, corría a tu lado, a suplicar tu cariño, a arrodillarme pidiendo perdón, a gritar a los cuatro vientos que no volvería a hacer lo que tú quisieras, con tal de que no me robases sin compasión el mayor de mis tesoros: tú.

Si supieras cuánto te he amado…

Te he adorado como si fueras mi Dios. Te he seguido con el fervor de un creyente en cualquier religión. Te he creído cuando incluso me has mentido. Y aunque al final lo he sabido, porque si algo tienen las mentiras es que al final la verdad se descubre como el sol refulge cada nuevo día, te he perdonado como si en ello me fuera la vida. Tú siempre justificando que eran por mi bien, pero fueron mentiras al fin y al cabo. ¿Qué quieres que te diga? ¿Que vivía mejor en tu fantasía? Quizá… Ahora ya no lo sé porque se confunde la decepción con la melancolía de la biografía falsa de nuestra relación.

Te he amado en tus peores días. Recuerdo madrugadas sin dormir, con oscuras ojeras enmarcando tu lánguida mirada, el pijama sudado y tu larga y preciosa melena enmarañada; y yo dándote la mano, contándote balbuceante cualquier historia de mis inocentes recuerdos de infancia para distraerte del cansancio, de la rabia, de la pena autoimpuesta que te ha supuesto nuestro amor.

Te he seguido allá donde has ido. Siempre a tu lado, reinventando mi realidad para que encajará en el mundo que tú has ido creando. Nunca quise moverme demasiado, pero tú necesitabas sentirte ocupada para no caer en la desidia de las rutinas, así que tuve que adaptarme a todos los lugares que me llevaste, a todas las personas que me impusiste. Tuve que aprender a ser quien tú querías que fuera para que me quisieras.

Normas, normas y más normas. Eres incapaz de tolerar nada que no sea a tu manera. ¡No te das cuenta de que eres insoportable! No entiendo como no me he dado cuenta antes.

Ahora mismo no sé muy bien cuáles fueron TUS motivos para decidir que viviéramos juntos esta aventura. Tú decidiste empezarla y, ahora que puedo augurar que el final se acerca, soy yo quien decide que se acaba.

Así que con orgullo puedo vociferar «¡Ya no soy nada tuyo!». Lo fui hace mucho, tanto que ahora mismo no lo recuerdo. Somos tan diferentes… ¡Me parece increíble que nos hayamos soportado tanto tiempo!

Y vuelves a las andadas e intentas persuadirme de que todavía nos queremos. Intentas convencerme de que todos esos años fuimos realmente felices. Que tuvimos momentos difíciles pero que no todo fue malo. Me relatas con ímpetu nuestras correrías. Los días llenos de amor en los que no necesitábamos nada que no fuera el uno al otro. Las noches en desvelo en las que nos contábamos todos los secretos. La música alta, los anárquicos bailes, las bromas absurdas, las películas emocionantes, los libros reflexivos, las escapadas improvisadas y las celebraciones extraordinarias de nuestro afecto incondicional. Tus pies fríos. Las caricias en el pelo. Nuestros besos gratuitos e ilimitados. Intentas que recuerde ese vínculo único y especial que no compartíamos con nadie más.

Quizá no todo fuera tan malo. A veces te miro y, con un ligero temblor en la caja torácica, temo que dejes de existir y mi vida se desmorone. Al fin y al cabo, has sido toda mi realidad hasta que he abierto los ojos y el mundo me ha devuelto la mirada. Será difícil no contar con tu presencia, con tu inconmensurable paciencia, con tu entusiasmo, con tu alegría y…

Se me hace un nudo en el estómago…

No sé si lo puedo decir sin que la congoja me atenace, sin llorar un poco.

Tu sonrisa. Eso lo recuerdo y no lo recuerdo. La tuya es la sonrisa de Schrödinger. Existe y no en mi memoria. Cuando puedo verla somos tú y yo ajenos al mundo: era mirarnos con una complicidad única y estallar los dos a carcajadas. Que me mirases iluminada con esa sonrisa deliciosa y no poder evitar reír también.

¡Pero ahora hace tanto tiempo que no ríes! Sólo hay enfado y recriminaciones. Al final será verdad que hemos cambiado. Que nuestro mundo ya no es nuestro. Que ya no hay nada que nos una que no sea un fino y endeble filamento del amor que nos tuvimos. Bueno, del que tú insistes que me tienes.

Yo ya no te quiero. Pero ¿te quiero? Es el querer de Schrödinger: existe y no en mi corazón.

Voy a decirte algo que te va a hacer daño. Es algo que ambos sabemos, pero alguno, aunque sea una tarea ardua, tiene que verbalizarlo: me encantaría que entendieras que necesito caminar otros caminos que no son a tu lado. Necesito conocer otros amores, despertar en otras vidas diferentes. Hacer locuras que ya no son las tuyas. Necesito… necesito…

Necesito tantas cosas que no son tú…

Y tú aquí insistiendo. ¡QUE NO QUIERO ME DIGAS QUE ME QUIERES!

Que no lo soporto. Que no te soporto.

Y no te engañes: tú a mí tampoco.

Somos como dos extraños que se toleran porque no les queda más remedio. Vivimos en la misma casa pero ya no es un hogar. Pero eso puede cambiar, tiene que cambiar para que el agujero que nos hemos hecho en el pecho no nos mate de dolor. ¡Si supieras la de veces que mi corazón late desbocado de miedo cuando nos tenemos que encontrar! Porque en tus ojos brilla la desazón, la tristeza y un vacío insoldable allí donde antes refulgía orgullo y felicidad.

Yo antes también sentía ese orgullo de que fueras mía. Ahora simplemente me avergüenzas. No me entiendes, no me aprecias. Ya no me apoyas y se muda tu rostro en turbación cuando te cuento mis sueños. ¡Mis sueños! Parece mentira que con todo lo que tú y yo hemos soñado ahora no seas capaz de dar valor a mis anhelos.

Hace meses que me rehuyes para evitar enfrentamientos. Tu expresiones destilan un rechazo solapado que disfrazas de una ternura que ya no sientes. ¡Ay, qué fácil sería si tan sólo fueras sincera contigo! Los dos sabemos que estarás mejor sin mí a tu lado. Ya no nos queremos. O sí que nos queremos. Ya no te lo sé decir. Sólo sé que cuando estoy en mi mundo, lejos de ti, ese en el que tú ya no estás, me siento lleno. Mira si es sencillo y te lo tengo que explicar: en mi mundo me siento feliz.

Será más fácil que me marche, que me vaya lejos de tus discursos recónditos y trascendentales, que me deje engatusar por cualquier farsante que me nuble el juicio y me alegre el ánimo con palabras vacuas. Estará bien sucumbir a los mundanos y efímeros deseos y dejar de hablar de responsabilidad. Estará bien perder el contacto con la realidad que hemos vivido y dejarme llevar por los devenires de la vida, que no son más que los garabatos que un niño dibujó en un papel que ahora es mi destino.

Dicen que en algún momento todo esto pasará y ya no te odiaré, y podré volver a verte con cariño. Sinceramente, ahora no lo imagino. ¡Es tal la rabia que te tengo! No puedo evitarlo: te veo y me rompe por dentro una especie de congoja que me empuja sin remedio a querer chillar en tu oído que te alejes, que me dejes en paz, que no molestes más. Que ya no me pidas nada, que no puedes ser más pesada. ¿Te crees que por repetir lo mucho que me quieres te acercas más a mí? No puedes estar más equivocada. Odio escuchar esas palabras casi más que te odio a ti.

Déjame caminar mi camino. Por favor. Déjame seguir adelante sin ti. No me duelas más. No te duelas. A veces las cosas tienen un final. A veces hay que llorar un poco y seguir sin más.

Pero… Pero no desaparezcas. Ni se te ocurra morirte de pena.

¿ME HAS OÍDO? Por si no ha quedado claro: ni se te ocurra morirte de pena.

No imagino un mundo en el que no estés tú. No te quiero cerca, pero no te quiero lejos (sí, sí: es Schrödinger otra vez que viene a departir).

¿Puedes estar sin estar? Sería perfecto. Yo haría mi vida y en algún lugar te quedas tú. Fuera de mi escenario, lejos del foco que siempre te ha acompañado. Así, si no me va bien lo que sea que intente, siempre puedo volver a tu lado. No digas que no. Date un segundo. No me dejes ir sin más. Piénsalo: es un buen trato.

Sé que a veces te dolerá: verme en otros brazos, saber que mi corazón ya no te pertenece, sentir que nunca volverá a ser lo mismo entre nosotros. Pero te conozco… Sé que también prefieres eso que perderme del todo para siempre. Algún día sonreirás porque otras risas llenarán mis noches y mis días. No es justo, pero quizá lo es…

Es extraño como en el amor el protagonista nunca es el olvido. Porque, aunque ahora te cueste creerlo, yo NUNCA te olvidaré. Fuiste mi primer amor. Y ahora que intento explicártelo, fíjate, me quedo sin palabras. Eso cuando hablaba de odio no me pasaba. Brotaba la rabia como si fuera la erupción de lava de un volcán iracundo. Porque quizá el amor es, y no es, lo más indescriptible que puede uno sentir.

Por si acaso insisto: no me digas que me quieres. Déjame libre.

Pero no me dejes solo en la locura que es vivir.

Me he soltado de tu mano, pero te pido que dejes la tuya tendida por si alguna vez todo se desmorona y necesito un pilar al que sujetarme.

Te he cerrado las puertas pero te pido que me dejes abierta una ventana por si te necesito alguna madrugada.

No me abraces, ni me beses. No lo soporto. Pero no me digas que no si algún día te busco como a quien le urge un refugio.

No hables, no opines, no me digas nada que no quiera oír o todo será mucho más difícil. Pero escúchame, porque tengo tanto que decir…

Yo seguiré adelante y tú tendrás que conformarte con un vacío imposible en el regazo.

¡Qué injusto te debe parecer esto! ¿Verdad, mamá?

No me digas que me quieres. Pero POR FAVOR, dime que me quieres. Bajito, para que no lo oiga nadie.

Pero dime que me quieres.

MAMÁ, DIME QUE ME QUIERES.

Que no imagino un lugar donde no me llegue tu amor y no sienta tu afecto guiando la vereda de este viaje que es mi vida. Mi vida, que es porque tú eres.

El camino de las sombras

En el camino de las sombras

debo admitir

que no me imagino

mi vida sin ti

y sé

que no podría ser mejor

de lo que ya es

contigo en ella.

Imagen y poesía de Sara de Miguel.

¡Feliz semana!

«13 Almas» en francés

¡Buenos días compañeros y compañeras de las letras!

En estos momentos convulsos y difíciles me animo a compartir con vosotros la novedad editorial de este año: «13 Almas» ha sido traducido al francés y ya está disponible en la mayoría de plataformas literarias (por ejemplo, Amazon). Me gustaría destacar que el privilegio de las traducciones de mis obras (ya en inglés, portugués, italiano y francés) viene proporcionado por la plataforma Babelcube, que me parece un lugar magnífico para facilitar el encuentro entre autores y traductores. En este caso, la traducción al francés, se la debo a Virginie Kernaonet, una traductora novel que ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo a hacer llegar a ese idioma las vivencias de una Sara embebida y enfrentada por el mundo de la enfermedad y la muerte.

No puedo más que sentir una enorme felicidad por saber que mis experiencias y aprendizajes sobre la vida y la muerte traspasan las fronteras para poder ayudar a quien lo necesite a enfrentarse a los fantasmas del miedo y del dolor.

Con muchos cariño os deseo un feliz agosto,

Sara

«… hoy es el día ideal…» (Dalái Lama)

«Solo existen dos días en el año en que no se puede hacer nada.

Uno se llama ayer y otro mañana.

Por lo tanto hoy es el día ideal para amar, crecer, hacer

y principalmente vivir».

(Dalái Lama)

Palabras sabias, certeras y directas. Como todos los aprendizajes de Su Santidad el Dalái Lama esta frase nos enraíza con el presente y nos hace conscientes de su importancia.

En homenaje al acto de trascendencia hacia la realidad cotidiana que transmite este mensaje tendríamos que repetirnos cada día:

«Hoy yo amo,

hoy yo crezco,

hoy yo hago

y hoy yo vivo».

Inspirando desde lo más profundo de nuestra persona y exhalando la magnífica positividad de aceptar nuestro ayer, vivir con la incertidumbre de nuestro mañana y disfrutar nuestro hoy.

¡Feliz día!

Sara de Miguel

Hagamos un trato

Hagamos un trato:

vamos a querernos como las flores del campo

al rocío de la madrugada.

Siendo tan diferentes… Tú agua y yo planta.

Siendo tan parecidos,

formados los dos por sustancias eternas y etéreas.

Siendo conscientes de que amarnos

no significa pensar igual en nada.

Siendo apasionados, cada uno a su manera:

yo fijado al suelo buscando la luz del sol,

tú volando libre como nube que fluye en la alborada.

Respetando nuestros tiempos, nuestros cambios,

adorando nuestras esencias dispares

que nos deslumbran mutuamente.

Dedicándonos a aprovechar

los singulares instantes

en los que se rozan nuestros cuerpos.

Dedicándonos tiempo, cariño y esfuerzo.

Hagamos un trato…

Vamos a querernos como nos merecemos:

con amor, ternura y respeto.

¡Feliz día y mucho amor para tod@s!

Te deseo (de Victor Hugo)

«Te deseo primero que ames,
y que amando, también seas amado.
Y que, de no ser así, seas breve en olvidar
y que después de olvidar, no guardes rencores.
Deseo, pues, que no sea así,

pero que sí es,

sepas ser sin desesperar.

Te deseo también que tengas amigos,
y que, incluso malos e inconsecuentes
sean valientes y fieles, y que por lo menos
haya uno en quien confiar sin dudar.

Y porque la vida es así,
te deseo también que tengas enemigos.
Ni muchos ni pocos, en la medida exacta,
para que, algunas veces, te cuestiones
tus propias certezas. Y que entre ellos,
haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro.

Te deseo además que seas útil,
más no insustituible.
Y que en los momentos malos,
cuando no quede más nada,
esa utilidad sea suficiente
para mantenerte en pie.

Igualmente, te deseo que seas tolerante,
no con los que se equivocan poco,
porque eso es fácil, sino con los que
se equivocan mucho e irremediablemente,
y que haciendo buen uso de esa tolerancia,
sirvas de ejemplo a otros.

Te deseo que siendo joven no
madures demasiado de prisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer
y su dolor y es necesario dejar
que fluyan entre nosotros.

Te deseo de paso que seas triste.
No todo el año, sino apenas un día.
Pero que en ese día descubras
que la risa diaria es buena, que la risa
habitual es sosa y la risa constante es malsana.

Te deseo que descubras,
con urgencia máxima, por encima
y a pesar de todo, que existen,
y que te rodean, seres oprimidos,
tratados con injusticia y personas infelices.

Te deseo que acaricies un gato,
alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero
erguir triunfante su canto matinal,
porque de esta manera,
te sentirás bien por nada.

Deseo también que plantes una semilla,
por más minúscula que sea, y la
acompañes en su crecimiento,
para que descubras de cuántas vidas
está hecho un árbol.

Te deseo, además, que tengas dinero,
porque es necesario ser práctico,
Y que por lo menos una vez
por año pongas algo de ese dinero

enfrente a ti

y digas: «Esto es mío»,

sólo para que quede claro
quién es el dueño de quién.

Te deseo también que ninguno
de tus defectos muera, pero que si
muere alguno, puedas llorar
sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.

Te deseo por fin que, siendo hombre,
tengas una buena mujer, y que siendo
mujer, tengas un buen hombre,
mañana y al día siguiente, y que cuando
estén exhaustos y sonrientes,
hablen sobre amor para recomenzar.

Si todas estas cosas llegaran a pasar,
no tengo más nada que desearte.»

Estas son las inteligentes y audaces palabras del gran escritor, pensador y dramaturgo Victor Hugo. Ellas son mi deseo para vosotr@s.

¡Feliz día!

Sara de Miguel

Pide un deseo

Si pudieras pedir un deseo y saber que se va a cumplir,

¿qué pedirías?

¿Pedirías estar más delgad@?

¿Ser más guap@?

¿Quizás tener más cosas o mejores?

¿Pedirías tener otro trabajo?

¿O tener más dinero?

Y si tuvieras un ser querido con una enfermedad grave,

¿qué pedirías?

Seguramente que estuviera mejor,

o tener más tiempo a su lado.

Ya no te preocuparían según que fruslerías

porque lo importante, la vida,

se te estaría escapando entre los dedos de la mano.

Pues mi deseo es que no necesites

una persona a la que ames gravemente enferma

para desear VIVIR

junto a las personas que quieres

y disfrutarlas.

Dedica tu tiempo y tu esfuerzo a lo que de verdad lo merece:

ser feliz y hacer felices a las personas que te rodean.

Haz de ese deseo tu camino

y deja que las buenas acciones

te acompañen en tu día a día…

 

Fotografía y texto de Sara de Miguel.

Biblioterapia para cuidadores: «13 Almas»

 

Desde «Para cuidadores: consultoría psicosocial para cuidadores» han dedicado unas hermosas palabras para mi libro «13 Almas», haciendo una bonita reseña y una recomendación dentro de su propuesta «Biblioterapia: los libros nos sanan», título con el que siento una gran identificación por la gran verdad que hay tras ella.

En los momento de miedo, angustia y cansancio que vive el cuidador un buen libro, en el que se sienta reflejado y pueda normalizar y sentir libremente sus propias experiencias, existe una parte de sanación: percibir el apoyo imprescindible y necesario para continuar su ardua tarea.

Os animo a que visitéis su página, un lugar acogedor en el que encontrar consuelo y recursos para todos aquellos cuidadores que dedicamos tiempo y esfuerzo a mimar a los demás con cariño y paciencia.

Podéis acceder desde este enlace «Para cuidadores».

Un saludo afectuoso, Sara.

Decisiones

Decisiones

«… Cada decisión de nuestro presente, será las consecuencias en nuestro futuro. Cada vez que elegimos actuar intencionadamente de una manera que hace daño a los demás, tarde o temprano, nos hacemos daño a nosotros mismos. Cuanto más herimos a los demás, más nos herimos. Cuanto más hundimos a los demás en miedos, más nos hundimos nosotros. Si creas un infierno para alguien, creas tu propio infierno. Cada uno elige su vida y la de las personas que forman parte de ella.  Que sea un cielo o un infierno, es algo que cada uno elige…».

Extraído de «13 Almas».

¡Un abrazo y feliz fin de semana!

Fotografía y texto de Sara de Miguel

Repartir amor

Hubo un tiempo antaño en el que los humanos vivían en comunidades pequeñas. Eran pocos, tenían escasos recursos y su supervivencia dependía básicamente de la COLABORACIÓN.

Hoy en día en las sociedades occidentales somos muchos, tenemos multitud de recursos y, a pesar de las comodidades que ésto nos supone, nos centramos en COMPETIR como medio de supervivencia social: tenemos que ser los primeros y los mejores en los estudios, en las actividades de ocio, en el aspecto físico, en nuestros respectivos roles familiares (el mejor padre/ la mejor madre/ el mejor hijo, etc.), en el trabajo, en las redes sociales, y un largo etcétera.

De hecho una persona adulta pasa más tiempo de media en destacar sus logros y virtudes, y criticar los de otros, en los medios sociales que en contactos reales.

Desgraciadamente los «likes» han pasado a ser más importantes que ver a las personas que nos los «dan», y la educación se basa en el éxito personal en vez de en el mérito del esfuerzo o la ganancia del equipo o del conjunto.

Sé que el proceso que ha llevado a la humanidad a este deplorable estado, (resumiendo al máximo) ha sido el ansia de poder que ha marcado nuestra historia a lo largo de los siglos. Sin embargo no tengo tan claro cual sería el proceso para retomar los valores éticos y morales necesarios para recuperar la empatía, el respeto y la comprensión a nivel global. Creo que no hay una única estrategia y que depende del acto de conciencia de cada uno con sus propias conductas.

Por mi parte, ofrezco amor al mundo. Amor en forma de reflexión y apoyo psicológico, en forma de literatura, en forma de poesía, en forma de música, en forma de imágenes y de palabras.

Es un grano de arena diminuto en el mar del mundo. Pero es mi grano de arena y quiero que viaje con el oleaje a todo aquel que desee leerlo y sentirlo con el corazón. Animo a cualquiera que se sienta identificado con este mensaje a que aporte su granito de arena y lo difunda.

Repartamos palabras de amor incluso en el ocaso decadente del otoño más austero.

Repartamos amor.

 

Imagen y texto de Sara de Miguel.

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