Variopinto

VARIOPINTO

Que ofrece diversidad de colores o de aspecto.

Multiforme, mezclado, diverso, abigarrado.

 

«No hay mayor placer

para una mente inquieta

que encontrarse en el camino

una persona variopinta

que estimule su intelecto

y le ofrezca una visión distinta

del alma y del pensamiento»

¡Feliz semana!

Sara de Miguel

No entres dócilmente en esa buena noche… (Dylan Thomas)

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El gran poeta y dramaturgo galés Dylan Thomas nos obsequió allá por los años cincuenta con un poema inquietante a la vez que imprescindible.

Son muchas las interpretaciones que se le dan a las palabras hermosas y melancólicas que recoge en estos versos llenos de fuerza. La mayoría coinciden en que es un poema dedicado a su padre enfermo, expectante ante su próximo fallecimiento.

Aunque quizá la interpretación más conocida es la que realizan los jóvenes alumnos de la clase de literatura de la película «Mentes peligrosas», en la que (desde su visión relativa del mundo en el que se desenvuelven) leen en estas líneas una clara advertencia sobre los peligros de las drogas.

Para mí, desde la experiencia de los cuidados paliativos, supone una ambivalencia emocional, pues la lucha entre dejarse llevar por el ciclo natural de la vida finalizando en una buena muerte (dócil) y el espíritu de supervivencia por que las personas nos creemos imperecederas que transmite Dylan Thomas no puede dejarme indiferente. Me hace plantearme con el corazón en la mano cual es la buena muerte: la tranquila y aceptada (los sabios entienden que al final la oscuridad es lo correcto) o la enfurecida ante la muerte de la luz. Quizá sean las dos, o quizá no sea ninguna.

«No entres dócilmente en esa buena noche

Que al final del día debería la vejez arder y delirar;
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.

Aunque los sabios entienden al final que la oscuridad es lo correcto,
Como a su verbo ningún rayo ha confiado vigor,
No entran dócilmente en esa buena noche.

Llorando los hombres buenos, al llegar la última ola
Por el brillo con que sus frágiles obras pudieron haber danzado en una verde bahía,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.

Y los locos, que al sol cogieron al vuelo en sus cantares,
Y advierten, demasiado tarde, la ofensa que le hacían,
No entran dócilmente en esa buena noche.

Y los hombres graves, que cerca de la muerte con la vista que se apaga
Ven que esos ojos ciegos pudieron brillar como meteoros y ser alegres,
Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.

Y tú, padre mio, allá en tu cima triste,
Maldíceme o bendíceme con tus fieras lágrimas, lo ruego.
No entres dócilmente en esa buena noche.
Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz».

 

 

«Los seis ciegos y el elefante»

Todos tenemos nuestra verdad, pero es sólo la nuestra. Podemos creer con certeza en sabre la verdad «absoluta» sobre algo y estar completamente equivocados, o simplemente que nos falte información.

El cuento popular de «Los seis sabios y el elefante» refleja las dificultades de las personas para conocer la totalidad de la realidad. Se trata de una parábola que ha tenido gran influencia en diversas tradiciones (religiosas o no) y que nos sirve como punto de partida para la reflexión personal sobre la relatividad de la realidad según el punto de vista de que la mira y la necesidad de ponernos en el lugar del otro para comprender las diferentes perspectivas de la misma situación.

Espero que guste. Un abrazo con cariño, Sara.

«En la Antigüedad, vivían seis hombres ciegos que pasaban las horas compitiendo entre ellos para ver quién era el más sabio. Exponían sus saberes y luego decidían entre todos quién era el más convincente.

Un día, discutiendo acerca de la forma exacta de un elefante, no conseguían ponerse de acuerdo. Como ninguno de ellos había tocado nunca uno, decidieron salir al día siguiente a la busca de un ejemplar, y así salir de dudas.

Puestos en fila, con las manos en los hombros de quien les precedía, emprendieron la marcha enfilando la senda que se adentraba en la selva. Pronto se dieron cuenta que estaban al lado de un gran elefante. Llenos de alegría, los seis sabios ciegos se felicitaron por su suerte. Finalmente podrían resolver el dilema.
El más decidido, se abalanzó sobre el elefante con gran ilusión por tocarlo. Sin embargo, las prisas hicieron tropezar y caer de bruces  contra  el costado del animal. “El elefante  –exclamó– es como una pared de barro secada al sol”.
El segundo avanzó con más precaución. Con las manos extendidas fue a dar con los colmillos. “¡Sin duda la forma de este animal es como la de una lanza!”
Entonces avanzó el tercer ciego justo cuando el elefante se giró hacía él. El ciego agarró la trompa y la resiguió de arriba a abajo, notando su forma y movimiento. “Escuchad, este elefante es como una larga serpiente”.
Era el turno del cuarto sabio, que se acercó por detrás y recibió un suave golpe con la cola del animal, que se movía para asustar a los insectos. El sabio agarró la cola y la resiguió con las manos. No tuvo dudas, “Es igual a una vieja cuerda” exclamo.
El quinto de los sabios se encontró con la oreja y dijo: “Ninguno de vosotros ha acertado en su forma. El elefante es más bien como un gran abanico plano”.
El sexto sabio que era el más viejo, se encaminó hacia el animal con lentitud, encorvado, apoyándose en un bastón. De tan doblado que estaba por la edad, pasó por debajo de la barriga del elefante y tropezó con una de sus gruesas patas. “¡Escuchad! Lo estoy tocando ahora mismo y os aseguro que el elefante tiene la misma forma que el tronco de una gran palmera”.

Satisfecha así su curiosidad, volvieron a darse las manos y tomaron otra vez la senda que les conducía a su casa. Sentados de nuevo bajo la palmera que les ofrecía sombra retomaron la discusión sobre la verdadera forma del elefante. Todos habían experimentado por ellos mismos cuál era la forma verdadera y creían que los demás estaban equivocados».

«… hoy es el día ideal…» (Dalái Lama)

«Solo existen dos días en el año en que no se puede hacer nada.

Uno se llama ayer y otro mañana.

Por lo tanto hoy es el día ideal para amar, crecer, hacer

y principalmente vivir».

(Dalái Lama)

Palabras sabias, certeras y directas. Como todos los aprendizajes de Su Santidad el Dalái Lama esta frase nos enraíza con el presente y nos hace conscientes de su importancia.

En homenaje al acto de trascendencia hacia la realidad cotidiana que transmite este mensaje tendríamos que repetirnos cada día:

«Hoy yo amo,

hoy yo crezco,

hoy yo hago

y hoy yo vivo».

Inspirando desde lo más profundo de nuestra persona y exhalando la magnífica positividad de aceptar nuestro ayer, vivir con la incertidumbre de nuestro mañana y disfrutar nuestro hoy.

¡Feliz día!

Sara de Miguel

«13 Almas» reseñado desde el corazón

Hay palabras y frases que te calan hondo porque están escritas desde las entrañas, con un sentimiento intenso y profundo, y, sobretodo, con mucho cariño (ese cariño tan único de quien comparte y comprende lo leído).

Carlos me ha hecho «vibrar la patata» con su reseña de «13 Almas».

La comparto aquí con vosotros, pero os recomiendo encarecidamente que aprovechéis este enlace a «La estaca clavada», un foro de crecimiento y reflexión como pocos hay, para enriquecer vuestra mente y vuestro mundo.

«Comienzo la presentación  de Sara de Miguel utilizando sus mismas palabras. Tenía esta obra almacenada en el Kindle hacía demasiado tiempo, de alguna manera intuía que iba a revivir situaciones que, en su momento, provocaron terribles días de ansiedad y angustia ante lo irreversible de la muerte.

Ha sido de otra manera, estas doce más una historias, introducen un nuevo punto de vista y, ante la certeza de que en algún momento volverá la soledad, el sufrimiento, la respuesta es un enorme incremento en las ganas de vivir, de aprender y de compartir con generosidad lo mejor que llevamos dentro.  

Creo que es un libro escrito desde el valor y la firme voluntad de ayudarnos a ser mejores personas y a gozar cada día del milagro de la vida. 

Para ti. Con todo mi cariño.»

Mi más sincero agradecimiento, Carlos. Es un placer contar contigo.

Sara

 

Hacer las cosas fáciles facilita mucho las cosas

Son muchas las ocasiones en las que nos encontramos frente a un problema, un malestar o una situación de conflicto a lo largo de la vida. Además, normalmente, en dichas ocasiones no disponemos del tiempo que nos gustaría para reflexionar, o para acceder a toda la información necesaria, o para conocer las diferentes perspectivas que viven las personas implicadas, como para dilucidar una solución equilibrada, coherente, sensata y satisfactoria para todos.

Sin embargo hay una premisa que puede ayudarnos sea cual sea la situación (y aquí tomo prestada una frase de una gran persona cercana a mí):

HACER LAS COSAS FÁCILES FACILITA MUCHO LAS COSAS

Me parece un buen punto de partida ante cualquier tipo de problema.

Por ejemplo, si una emoción nos desagrada, facilitar las cosas sería preguntarnos por el por qué de esa emoción y trabajar la situación subyacente.

Si una disyuntiva nos quita el sueño, preguntarnos cual es nuestro objetivo final (sin perdernos en los entresijos reales y figurados que los suelen acompañar) y actuar en consecuencia.

Si un conflicto hace que nos incomode la relación actual con una persona, tratar con esa persona de manera sincera y diplomática la situación nos ayudará a que encontremos (juntos) una solución.

Los dramatismos, las exageraciones, cotillear, regodearnos en la «mala suerte», en los aspectos negativos de nuestros problemas o de las conductas de los demás únicamente dificultan la vida. Alimentan emociones negativas tales como la ira, el enfado o la tristeza.

Sin embargo, buscar la sencillez en nuestro propio análisis de la situación y de las emociones que nos genera, tratar de sacar lo mejor de nosotros mismos ante cualquier adversidad, nos proporciona una herramienta de afrontamiento extraordinaria: unas emociones equilibradas y consecuentes a la realidad.

Simplicidad: hay quien busca problemas para cada solución y quien busca solución para cada problema. Cada uno elige qué tipo de persona desea ser, y, sin pretensión de resultar una obviedad, buscar soluciones soluciona más cosas que buscar problemas.

Como metáfora me gustaría comparar la vida con el discurrir de un arroyo: es normal que a lo largo de nuestra existencia se acumulen piedras en diferentes puntos del camino (estas piedras serían los problemas de nuestra vida cotidiana). De hecho, es inevitable: los problemas la mayor parte de las ocasiones se presentan solos sin que nadie los busque. Pero no por ello debemos traer más piedras nosotros o amontonarlas (agrandar los problemas), ya que puede atorar el fluir natural de la corriente, haciéndonos sentir cada vez peor y más ahogados. Dejar que nuestra propia vida discurra entre guijarros y piedras es lo normal y si lo aceptamos con naturalidad evitamos acabar atascados ante cualquier piedra del camino.

En conclusión, si uno hace las cosas fáciles seguro que facilita las cosas.

¡Buen fin de semana!

Fotografía y texto de Sara de Miguel.

Elecciones de vida (de Lola Caulín)

Hoy comparto con vosotros una extraordinaria fábula con su extraordinaria respectiva reflexión sobre las elecciones que hacemos a lo largo de la vida de la mano de mi compañer@ Lola Caulín.

Podéis encontrar la entrada original en su blog (y muchas otras lecturas interesantes) lolacaulincoach.blogspot.com.

«Nadie nos salva más que nosotros mismos. Nadie puede y nadie debe. Nosotros mismos tenemos
que transitar ese camino.» Buda.
 
 
El cuento del centauro
 
«Cuentan que en la antigüedad había un centauro, que es un ser mitológico mitad hombre – mitad caballo. El centauro convivía con los humanos en un pueblo y era muy, muy feliz.
 
Un día, este se decidió que tenia mucha hambre, mucha mas de lo habitual. Se preguntó a si mismo, ¿que debo comer? ¿heno o hamburguesa? ¿hamburguesa o heno?.Claro, mitad hombre- mitad caballo, tenia dos deseos y una sola decisión que tomar. Pasaron los días y como no era capaz de tomar una decisión, se quedo sin comer.
 
Pero también tenia sueño… ¿donde debo dormir? ¿establo o en un hotel? ¿en un hotel o en un establo? pasaron los días y también se quedo sin dormir.
 
Sin comer y sin dormir, el centauro enfermó. Entonces pensó donde debían atenderle, ¿médico o veterinario? ¿veterinario o médico?, pero como tampoco fue capaz de tomar una decisión, el centauro murió.
 
Y allí quedó su cadáver. Los habitantes del pueblo que conocían al centauro de toda la vida, decidieron darle sepultura, ¿pero donde? ¿en el campo o en el cementerio? ¿en el cementerio o en el campo?. Como no pudieron decidir que hacer con él…llamaron a la autora del cuento para que resolviera el problema.
 
La autora del cuento tampoco sabía lo que hacer con este ser mitad hombre – mitad caballo.
y pasaron los días… hasta que decidió que lo mejor era revivir al centauro. Pero todo volvió a empezar una y otra vez, porque el centauro nunca decidió si quería ser mas hombre que caballo  o mas caballo que hombre.»
 
La moraleja de este cuento es que la peor decisión es no decidir. Esta es la única decisión que nos garantiza el fracaso y la miseria de lo que nos sucede.
 
 
La vida se compone de decisiones que tomamos desde mismo instante que despertamos cada día.
Nuestro pensamientos nos colocan en una balanza de elecciones de como crear nuestra realidad diaria, nos posicionamos en lo positivo o en lo negativo.
Decidimos café o té, coche o paseo, luz u oscuridad, brillar o pasar desapercibidos, amor o miedo, equilibrio o desorden, sentirnos bien o sentirnos mal, etc…
 
Somos responsables de las decisiones que tomamos, lo incorrecto seria culpabilizar a las circunstancias externas de lo que nosotros hacemos con nuestros pensamientos y elecciones.
No aprobamos exámenes porque probablemente antes no hemos estudiado, no podemos estar saludables si a nuestro cuerpo le damos comida basura, poco descanso y nada de deporte, no podemos pretender que nos amen en una relación de pareja si lo que buscamos es que cubran nuestras carencias, nuestras necesidades y nuestras expectativas.
 
Podemos elegir ver en lo negativo o en algunos momentos desfavorables de nuestro día a día, una inmensa oportunidad para crecer como personas, de auto- realizarnos o podemos seguir anclados en la angustia y la desíria hasta que la vida se nos pase y volvamos la vista atrás y solo recordemos tristeza.
El verdadero aprendizaje está en permitir o no que esta circunstancia nos destruya.
 
Por otro lado, en las relaciones personales también tenemos elecciones, puedes conocer a personas que te potencien y vean en ti tu mejor versión o que te envidien y te hundan, y aun así conservarlos como amistad por el temor a perdernos o  puedes comenzar una relación de pareja con buenos cimientos y valores o construir desde el tejado y que se te caiga todo como un castillo de cartas, puedes ser infiel y coger el atajo o pues ser leal y romper con lo que ya no te llena de pasión.
 
Cada elección que hagas HOY tendrá sus consecuencias a corto o a la largo plazo.
Si crees que lo que estas decidiendo no te lleva al lugar donde quieres estar, o no te hacen sentirte como tu deseas, que no te están permitiendo ser la persona que tu has venido a ser…
Es hora de un cambio, es el momento de elección.
 
Puedes elegir quedarte paralizado y dejar que la vida pase con pena y sin gloria o puedes decidir despertar y empezar a crear cada día la vida que quieres vivir.
 
Una decisión, sea la que sea, siempre será mejor que no decidir nunca.
¡Feliz día!

Te deseo (de Victor Hugo)

«Te deseo primero que ames,
y que amando, también seas amado.
Y que, de no ser así, seas breve en olvidar
y que después de olvidar, no guardes rencores.
Deseo, pues, que no sea así,

pero que sí es,

sepas ser sin desesperar.

Te deseo también que tengas amigos,
y que, incluso malos e inconsecuentes
sean valientes y fieles, y que por lo menos
haya uno en quien confiar sin dudar.

Y porque la vida es así,
te deseo también que tengas enemigos.
Ni muchos ni pocos, en la medida exacta,
para que, algunas veces, te cuestiones
tus propias certezas. Y que entre ellos,
haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro.

Te deseo además que seas útil,
más no insustituible.
Y que en los momentos malos,
cuando no quede más nada,
esa utilidad sea suficiente
para mantenerte en pie.

Igualmente, te deseo que seas tolerante,
no con los que se equivocan poco,
porque eso es fácil, sino con los que
se equivocan mucho e irremediablemente,
y que haciendo buen uso de esa tolerancia,
sirvas de ejemplo a otros.

Te deseo que siendo joven no
madures demasiado de prisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer
y su dolor y es necesario dejar
que fluyan entre nosotros.

Te deseo de paso que seas triste.
No todo el año, sino apenas un día.
Pero que en ese día descubras
que la risa diaria es buena, que la risa
habitual es sosa y la risa constante es malsana.

Te deseo que descubras,
con urgencia máxima, por encima
y a pesar de todo, que existen,
y que te rodean, seres oprimidos,
tratados con injusticia y personas infelices.

Te deseo que acaricies un gato,
alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero
erguir triunfante su canto matinal,
porque de esta manera,
te sentirás bien por nada.

Deseo también que plantes una semilla,
por más minúscula que sea, y la
acompañes en su crecimiento,
para que descubras de cuántas vidas
está hecho un árbol.

Te deseo, además, que tengas dinero,
porque es necesario ser práctico,
Y que por lo menos una vez
por año pongas algo de ese dinero

enfrente a ti

y digas: «Esto es mío»,

sólo para que quede claro
quién es el dueño de quién.

Te deseo también que ninguno
de tus defectos muera, pero que si
muere alguno, puedas llorar
sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.

Te deseo por fin que, siendo hombre,
tengas una buena mujer, y que siendo
mujer, tengas un buen hombre,
mañana y al día siguiente, y que cuando
estén exhaustos y sonrientes,
hablen sobre amor para recomenzar.

Si todas estas cosas llegaran a pasar,
no tengo más nada que desearte.»

Estas son las inteligentes y audaces palabras del gran escritor, pensador y dramaturgo Victor Hugo. Ellas son mi deseo para vosotr@s.

¡Feliz día!

Sara de Miguel

Pide un deseo

Si pudieras pedir un deseo y saber que se va a cumplir,

¿qué pedirías?

¿Pedirías estar más delgad@?

¿Ser más guap@?

¿Quizás tener más cosas o mejores?

¿Pedirías tener otro trabajo?

¿O tener más dinero?

Y si tuvieras un ser querido con una enfermedad grave,

¿qué pedirías?

Seguramente que estuviera mejor,

o tener más tiempo a su lado.

Ya no te preocuparían según que fruslerías

porque lo importante, la vida,

se te estaría escapando entre los dedos de la mano.

Pues mi deseo es que no necesites

una persona a la que ames gravemente enferma

para desear VIVIR

junto a las personas que quieres

y disfrutarlas.

Dedica tu tiempo y tu esfuerzo a lo que de verdad lo merece:

ser feliz y hacer felices a las personas que te rodean.

Haz de ese deseo tu camino

y deja que las buenas acciones

te acompañen en tu día a día…

 

Fotografía y texto de Sara de Miguel.

Cuando todo acaba

Hay muchas cosas que acaban a lo largo de la vida. En ocasiones se pierden o dejan trabajos, se pierden o dejan amistades por el camino, y se pierden o se dejan relaciones.

Tendemos a vivirlo como un fracaso, a sentir ira, enfado y frustación porque no es lo que querríamos, o sentir una tristeza tan inmensa (por lo que podría haber sido) que nos bloquea y afecta a todos los niveles.

Si fuéramos capaces de cambiar de perspectiva y vivir estas situaciones como un proceso, una parte más de nuestras vivencias con su parte negativa y su parte positiva, nos ayudaríamos y ayudaríamos a los demás a seguir adelante cuando todo se acaba.

Dejarnos sentir las emociones inherentes a la pérdida y vivirlo con la naturalidad que le es intrínseca… Y de esta manera darnos permiso para volver a caminar nuestro sendero en la vida y abrirnos a las nuevas posibilidades que se nos presenten.

Los cambios y las pérdidas forman parte de nuestra existencia. Aceptarlos y centrarnos en lo que puede venir y no lo que se fue nos ayuda a continuar y afrontar las dificultades que suponen.

Cualquiera de nosotros que mire atrás verá con otros ojos lo que en su momento fue un tránsito, quizá traumático, con el que a la larga hemos aprendido a convivir y del que, sobretodo en las separaciones, nos ha brindado la oportunidad de rehacer nuestras existencias incluso con felicidad.

Cuando todo se acaba nos queda lo bonito que nos regaló el pasado y las alegrías que nos deparan el futuro.

¡Feliz día!

Fotografía y texto de Sara de Miguel.

 

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