En la letanía de este atardecer solo el vetusto silencio de la despedida me acompaña.
Sé que estás cansado y deseas caer en los cálidos brazos de Morfeo.
Mis emociones te sobran. Son un pesado fardo en tus párpados.
Ahora dormitarás cual bebé neonato,
incapaz de rememorar que instantes antes del alumbramiento habitaba en otro cuerpo.
Mientras yo busco en mi regazo el tibio último ósculo de nuestro afecto desorientado.
Quisiera conocer las causas de la derrota,
que me sacuden como si fuera un bajel a la deriva.
Las heridas del corazón siempre sangran a borbotones,
dejando un oscuro y triste borrón en la historia. En esta historia.
En la historia de todas las historias: la nuestra.
Es tarde para compadecerse porque nuestro cariño se malograse.
Es tarde para arrepentirse de las palabras de amor consabidas y no mencionadas.
Ya no puedo ofrecer el entusiasmo del viajero que descubre un nuevo mundo,
un nuevo y deslumbrante camino que le hechiza y le cautiva,
como fue descubrir cada uno de tus rincones hermosos y coloridos .
Ya no puedo luchar en guerras dialécticas habiendo perdido todas las batallas.
No queda esperanza para esta alma impía de pasión y adulación por ti.
Embelesada por tu reino de frialdad emocional he desfallecido en las heladas.
Y todo cuando aún creía haber conquistado al soberano, por un efímero momento de
miradas cruzadas mientras nuestros cuerpos ardientes se entrelazaban.
No puedo llorarte más.
No quiero seguir ahondando en mis vacíos. Los que tú has dejado.
Absorta en un recuerdo fugaz de felicidad renuncio a todo.
Volveré a empezar mi camino,
este camino empedrado que me tuerce los tobillos
al intentar mostrarme firme ante tamaña adversidad: olvidarte.
Cuando finalice prometo no molestar.
Me habré encontrado a mi misma
y ya no necesitaré tus manos como mi brújula incrustada de futuros infinitos.
Cierro los ojos y declaro en estado de cuarentena permanente mi romanticismo
porque sin ti no tiene sentido.
Por favor, no vuelvas a dolerme.
No vuelvas con palabras urgentes como manos de cirujano torácico en una operación a vida
o muerte.
No has sabido alentar mis latidos.
No me robes más que bastante difícil es mantener el aire circulando en mi cuerpo
sin que se me acabe la vida en esta aciaga despedida.
¡Feliz martes de poesía!
Sara