Libre

Hace dos noches tuve el inmenso placer de asistir al «Show imposible» de Elvira Sastre en el Festival de Literatura Expandida de Magalluf (FLEM) organizado por Rata Corner.

La fusión entre poesía y música que ofrecen te transporta a un mundo paralelo en el que Elvira, con una pasión imparable, te guía por una experiencia emocional única. Su sensibilidad y sabiduría consiguen que no quieras que acabe nunca.

Sus palabras, perfectamente declamadas, conectan con cada una de tus experiencias. Su fuerza te empodera. Y su reivindicación del amor, del dolor, de la esperanza, te dan la mano y te muestran un lugar precioso en el que aceptarte y aceptar, para seguir adelante.

Desde entonces no puedo quitarme de la cabeza su voz templada en la interpretación de su poema «Libre», y aquí os lo comparto. Para quienes han «muerto» de dolor pero a pesar de ello se recomponen es una obra de arte, como todo lo que ella hace con las palabras. Disfrutadlo.

Quería que supieras

que mi daño es algo que solo elijo yo.

Que me dejo mecer por tus empujones

como si fueran viento que me coloca lejos de ti

porque todas mis puertas están abiertas

y yo soy libre.

Que el odio

es el disfraz de una piel, el reverso de un cuerpo,

y desde lejos

tu cara se intuye del revés,

perdida,

y no hay nada peor que sentirse perdido

dentro de uno mismo.

Que tus intentos de quebrarme el paso

solo consiguieron hacerme pisar más fuerte,

y cuanto más lejos te colocas

más cerca estoy de mí misma.

Que quisiste taparme los ojos

y hundirme,

pero mi mirada está más cerca del mar

que de tu suelo.

Y te lo repito:

soy libre.

Que solo aquel que entiende mi silencio

merece mi palabra,

y tú hace tiempo que dejaste de comprender

que lo que difiere entre un hogar

y un sitio al que volver

es la puerta abierta.

Tu puerta cerrada

es la entrada a mi casa.

Que quisiste quitarme todo

y te quedaste sin mí.

Que mi risa fue tu risa

y algún día nuestras lágrimas fueron una,

pero dejaron de hablar el mismo idioma

cuando tus sonrisas

fueron balas contra mi pena,

cuando tu tristeza

arremetió ahogada contra mi alegría.

Que siempre colocaré la verdad

frente a mis huellas,

que no daré respuestas

a quien no acepta mis preguntas,

que no iré a aquel lugar

en el que no me reconozca,

que no daré la mano

al que me señala con el dedo.

Que nunca me perdiste:

dejaste que me fuera,

que es la peor forma que existe de abandono.

Para el que se queda.

Y esa será tu mayor condena.

Pero no,

no diré nada que enturbie mi paz,

que moleste la duna calmada

que reside en mi conciencia.

Mejor me voy

sin decir nada que no sea un espacio vacío

-lo que te mereces: nada-,

porque irse en silencio hace más ruido

que cualquiera de tus gritos.

Y yo ya he pasado de canción.

¡Feliz sábado!

Día cincuenta y tres

Todos los versos que escribo

me salen malheridos.

Será el querer que se escapa

por cada promesa rota en las últimas semanas.

Me voy dejando atrás

todas las semillas de esperanza

que nunca regó tu ansía.

Que huyo, y me escondo, y grito

porque el dolor me atenaza la garganta,

y porque un beso se me queda

atragantado entre la quinta y la cuarta.

Un beso convaleciente, paliativo

al borde de la muerte

al que decidiste,

seguro que con el criterio

de quien es buen conocedor

de los designios del afecto,

no reanimar en caso de taquicardia.

Con este homicidio impune

doy por zanjado el sacrificio

de justificar con la palabra «amor»

arder en la hoguera del infierno

y dejar cadáveres de mi alma

por el aciago camino del olvido

del que, más que cómplice,

soy una rehén involuntaria.

Desarmo mi arsenal de palabras.

Me rindo en prosa y en poesía

hasta dejar deshabitado y en ruinas

mi vergel de futuras biografías.

No te angusties:

de mutismo no se muere nadie.

Sostendré con cariño y en silencio

el corazón que ahora late fuera de mi pecho.

Me lo he sacado para que no duela tanto

al meter las manos y remendar nuestros tormentos.

En algún momento volveré a ser yo:

a brillar como siempre desde dentro.

Sólo te deseo con todo el cariño que me queda

que lo que estás buscando fuera

sea real y no una mera quimera.

Eterno insatisfecho

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“Eres demasiado rubia”

dijiste cuando los rayos de sol veraniego se reflejaban brillantes en mi cabello.

“Eres demasiado morena”

dijiste cuando los copos de nieve se posaban con ternura en mis oscuras pestañas.

“Eres demasiado alta”

dijiste cuando, tumbados en la luna, posaste tu cabeza en mi cálido pecho.

“Eres demasiado baja”

dijiste cuando quise perdonar tu ausencia regalándote un beso.

“Eres demasiado delgada”

dijiste cuando una mala noche llorabas y te abracé para darte consuelo.

“Eres demasiado gorda”

dijiste cuando quise conocerte entrando por los resquicios de tu ombligo.

“Eres demasiado dulce”

dijiste cuando quise acariciar tus viejas y dolorosas heridas.

“Eres demasiado amarga”

dijiste cuando quise apartar tus miedos de mis sempiternas sonrisas.

Quise ser yo y no te pareció suficiente.

Quise ser quien tú querías que fuera y te pareció demasiado.

Ya no quiero ser nada que alimente tu ego.

Quiero distancia, quiero silencio, quiero olvidarte

porque nada cambiará aunque yo cambie.

Nada nos hará felices aunque yo te ame,

a tu lado sólo puedo esperar un futuro imperfecto

porque desbrozas sin piedad cualquier hermosa flor de esperanza

y hielas el manto acogedor del campo con tu falta de requiebro.

Te deseo al menos que tu búsqueda sea liviana y no un réquiem por un sueño.

Hasta nunca…mi eterno insatisfecho.

Extraído de «Komero».

Fotografía de Tomeu Mir y poema de Sara de Miguel.

Cuando todo acaba

Hay muchas cosas que acaban a lo largo de la vida. En ocasiones se pierden o dejan trabajos, se pierden o dejan amistades por el camino, y se pierden o se dejan relaciones.

Tendemos a vivirlo como un fracaso, a sentir ira, enfado y frustación porque no es lo que querríamos, o sentir una tristeza tan inmensa (por lo que podría haber sido) que nos bloquea y afecta a todos los niveles.

Si fuéramos capaces de cambiar de perspectiva y vivir estas situaciones como un proceso, una parte más de nuestras vivencias con su parte negativa y su parte positiva, nos ayudaríamos y ayudaríamos a los demás a seguir adelante cuando todo se acaba.

Dejarnos sentir las emociones inherentes a la pérdida y vivirlo con la naturalidad que le es intrínseca… Y de esta manera darnos permiso para volver a caminar nuestro sendero en la vida y abrirnos a las nuevas posibilidades que se nos presenten.

Los cambios y las pérdidas forman parte de nuestra existencia. Aceptarlos y centrarnos en lo que puede venir y no lo que se fue nos ayuda a continuar y afrontar las dificultades que suponen.

Cualquiera de nosotros que mire atrás verá con otros ojos lo que en su momento fue un tránsito, quizá traumático, con el que a la larga hemos aprendido a convivir y del que, sobretodo en las separaciones, nos ha brindado la oportunidad de rehacer nuestras existencias incluso con felicidad.

Cuando todo se acaba nos queda lo bonito que nos regaló el pasado y las alegrías que nos deparan el futuro.

¡Feliz día!

Fotografía y texto de Sara de Miguel.

 

Escribe un poema conmigo

Somos muchos los amantes de las letras que gustamos de leer y escribir palabras rimadas.

Por ello os invito a tod@s los compañer@s de versos a que escribáis un final para este poema, que no se sabe si acaba bien o acaba mal. Dependerá de lo que los poetas quieran recitar…

«Aquella noche tempestuosa,

bajo la lluvia

y con la luna por testigo,

nos dijimos tantas cosas importantes

que cambiaron nuestras vidas…

Recuerdo el brillo arrebolado de tus labios,

la emoción de mi alma reflejada en tus ojos,

y las palabras que resuenan

y perdurarán para siempre

en nuestra memoria.

Todo ha cambiado,

nunca volverá a ser lo de antes,

ya no más amor de incertidumbre

ni más miedos que acechen nuestros sueños.

Tantos sentimientos encontrados

finalmente han tenido un final

y puedo decir que me siento…»

Cuando sueñas

 

Cuando sueñas

nunca sabes qué va a pasar.

Como si fuera primavera

y las hojas coloradas de los árboles

cayeran sin cesar.

Como si fuera otoño

y un sol radiante

brillara por el ventanal.

Como si realmente

no te fueras de mi lado

y yo no fuera a llorar…

 

Fotografía y poema de Sara de Miguel.

Más allá del horizonte

Me apena mirarle a los ojos

y fingir no saber quien es,

quisiera volver a amarle

pero tengo miedo de sufrir.

Deseo ser suya de nuevo,

pero es mi reino el horizonte

y un cruel futuro me espera

donde acaso mi corazón deba morir.

No me quedan lágrimas para él,

pues no quiero dárselas,

más allá del océano de sus ojos

la esperanza es infinita.

La voz de mi alma

se alza en el cielo y canta

pero un lamento rompe mis alas:

es el poder del amor que grita.

Quisiera ver a través de los senderos del olvido,

cerrar los ojos y no despertar jamás

y entre sueños cautivos rememorar sus caricias,

sueños que lloran inquietos,

sólo sueños, nada más…

Le llevaré siempre conmigo

aunque sea solo entre recuerdos.

Evocaré su nombre en un cálido silencio

y cuando la imagen del espejo me sea desconocida

me encontraré a mí misma en los tristes anhelos

de los abrazos y besos

que quedaron perdidos en el pasado

cuando aún le quería.

 

Fotografía y poema de Sara de Miguel.

Barco a ninguna parte

Me pregunto dónde van las palabras de amor que no se dicen.

Si se quedan en las miradas silenciosas de los enamorados,

o se embarcan en un venturoso viaje hacia ninguna parte.

Si se mueren como vetustas galaxias en las sonrisas mal disimuladas,

o surcan el mar embravecido de la incertidumbre.

Si desaparecen como en los trucos de magia

o arriban las orillas de exóticos parajes como tu cuerpo.

Me pregunto dónde van las palabras de amor que no se dicen:

si laten enfurecidas en el corazón hasta disiparse

o mueren en el cementerio del que nacen los versos de los poetas…

 

Fotografía y poema de Sara de Miguel.

¡Feliz día!

Tumbada en la luna

Y me tumbo en la luna

mirando el césped.

¡Qué mala costumbre que tengo,

dicen, de ponerlo todo del revés!

Peor pienso que sea ponerlo

siempre todo del derecho,

donde se ve igual

y no hay diferentes perspectivas.

Y yo aquí bien cómoda,

en mi mullida luna,

miro abajo y veo el jardín de mi casa.

Mis vecinos, los pueblos colindantes,

las ciudades, las extensas tierras

y los inconmensurables mares.

¡Qué pequeñita soy cuando estoy

tumbada en la luna mirando el césped!

Tranquila, quebrantándome en una sosegada soledad

que me da la mano y me acompaña

en mis excursiones nocturnas

a mi rincón oscuro.

Porque la luna es oscura,

sólo que desde la tierra

la vemos rebosante de luz

porque el sol se refleja en ella.

¡Qué curioso cómo cambian las cosas

cuando uno mismo es el que cambia!

Cuando cambias de posición,

de idea, de entorno y de camino.

Son momentos de cambios.

Todos atesoramos momentos

que de una u otra manera

marcaron un antes y un después en nuestras vidas.

Hay momentos tristes y abrumadores,

como cuando pierdes a una persona que quieres,

y hay momentos inundados de felicidad,

como cuando encuentras tu amor

reflejado en las personas que amas.

La extraña función matemática de la concatenación

de todos esos momentos es el aquí y ahora.

Y si echas la vista atrás,

y te tumbas conmigo un ratito, de la mano,

en la luna a mirar el césped,

podrás sentir como todos esos momentos

conforman tus recuerdos.

¡Es una pena no poder guardarlos todos en la memoria!

Porque parece increíble pero los recuerdos se van.

No sabemos dónde, pero se van… Lentos y discretos.

Y si uno no hace un verdadero esfuerzo por mantenerlos vivos

simplemente se esfuman.

Si piensas con detenimiento en algún momento especial de tu vida

te darás cuenta de que ya no es el mismo momento que fue.

No lo ves nítido, ya no percibes su olor,

apenas oyes aquellas palabras que entonces fueron tan importantes,

todo es borroso y desdibujado

porque todas las experiencias que vivido desde que ocurrió

lo han modificado a la vez que tú cambiabas.

Porque todos cambiamos.

Piensa en dónde creías que estarías hoy, en este instante,

hace un mes,

hace un año,

hace diez años,

hace viente años o más.

¿Te imaginas ser quien eres?

¿Estás dónde creías que estarías?

¿Tu vida es la que concebiste en aquellos momentos?

No significa que quienes somos o donde estamos

sea mejor o peor de lo que hubiéramos imaginado,

pero estoy segura de que es diferente.

Somos como una cometa libre a merced del viento.

Nosotros ponemos las alas y la vida el cielo

y lo surcamos en ocasiones a voluntad

y muchas otras simplemente bailamos entre las nubes

e intentamos que no nos queme el sol abrasador

o no perdernos en las brumas tenues de la noche.

Súbete conmigo a la luna,

yo te enseñaré a mirar el césped

desde mi rincón oscuro

y lleno de calidez

para que no olvides

quien fuiste,

quien eres

y quien quieres ser…

Belleza perdida

Me miras pero no me ves.

Siento que pasan los días

y que ya no me admiras.

Hace tiempo que en tu alma

ya no se refleja la mía.

Hemos perdido el don de emocionarnos

con tan solo una mirada.

Recuerdo cuando percibía la pasión

en cada una de tus caricias,

cuando podíamos estar horas besándonos

sin importar el mundo,

como si fuéramos

los únicos enamorados del universo.

Ahora ya no tienes tiempo para abrazos de más,

ni para palabras hermosas,

no te quedan fuerzas para escuchar mis historias

ni contarme las tuyas.

Ya no me acunas en tu regazo

cuando tengo miedo o penas.

Ya no busco tu cariño

ni te doy todo el que siento

porque la costumbre

nos ha llevado

a no valorar

todo el amor que nos tenemos.

Me siento como una hermosa flor

sola y solitaria

que florece abatida

porque mi belleza no existe

si tú no la ves.

Belleza perdida por haber perdido

los únicos ojos que la veían…

 

«No dejes que la costumbre acabe con la llama del amor»

Poesía de Sara de Miguel y fotografía de Tomeu Mir.

 

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