Mi segunda piel

Es difícil definir la amistad sin recurrir a los tópicos: el tiempo compartido, las aventuras vividas, la ayuda y el apoyo incondicional. Sin embargo pocas cosas son tan difíciles de describir como «ser amigos». Puedo describirlos en relatos. O hacer comparaciones con hipérboles acertadas. Incluso, si me apuras, en muchas canciones de amor puedo pensar en amistades concretas y sentir su eco de genialidad, y en otras ocasiones se desdibuja la amistad con la familia (tengo hermanas como amigas, amistades como hermanos…) y dan lugar a experiencias sorprendentes y maravillosas.

Es asombroso tener «amigos de toda la vida», sobre todo cuando una empieza a tener una cierta edad y esos amigos y amigas ya caminan junto a ti desde hace veinte años o más. Han conocido tus versiones más acertadas y dignas y también todos tus desastres. Saben que ha habido becarios escribiendo el guión de tu vida y que tienes un equipo de cagadas muy eficiente liándola parda, y aún así se han quedado para estar a tu lado y te han dado aliento a cada paso.

Y luego están esas amistades que van apareciendo con cuentagotas: personas que encajan con quien eres y con las buenas sensaciones de cada etapa vital. A los recién llegados: bienvenidos a este viaje. No prometo que sea largo pero sí lo suficientemente intenso e interesante para que valga la pena.

En ocasiones he escuchado que la amistad como tal no existe. Permíteme que lo niegue con rotundidad: la amistad no sólo existe sino que hace de la vida un lugar más bonito y amable. Los amigos de verdad sí que existen. El respeto, la confianza, el valor, el cariño, la diversión y el amor sin reservas está ahí, entre nosotros, compartidos con entusiasmo entre personas con un gran corazón.

La amistad es saber que tienes a alguien que es capaz de renunciar a tiempos y espacios para aportar a tu felicidad, y también que si no puede estar, no pasa nada, porque no hay juicio de valor ni intransigencia. La comprensión y la empatía son la base de este acuerdo tácito pero tangible como una segunda piel.

Los verdaderos amigos sí que existen. Sólo hay que elegirlos bien y cuidarlos mucho porque son uno de los regalos más hermosos de la vida.

(Gracias, gracias y gracias a todos mis amigos…).

Eterno insatisfecho

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“Eres demasiado rubia”

dijiste cuando los rayos de sol veraniego se reflejaban brillantes en mi cabello.

“Eres demasiado morena”

dijiste cuando los copos de nieve se posaban con ternura en mis oscuras pestañas.

“Eres demasiado alta”

dijiste cuando, tumbados en la luna, posaste tu cabeza en mi cálido pecho.

“Eres demasiado baja”

dijiste cuando quise perdonar tu ausencia regalándote un beso.

“Eres demasiado delgada”

dijiste cuando una mala noche llorabas y te abracé para darte consuelo.

“Eres demasiado gorda”

dijiste cuando quise conocerte entrando por los resquicios de tu ombligo.

“Eres demasiado dulce”

dijiste cuando quise acariciar tus viejas y dolorosas heridas.

“Eres demasiado amarga”

dijiste cuando quise apartar tus miedos de mis sempiternas sonrisas.

Quise ser yo y no te pareció suficiente.

Quise ser quien tú querías que fuera y te pareció demasiado.

Ya no quiero ser nada que alimente tu ego.

Quiero distancia, quiero silencio, quiero olvidarte

porque nada cambiará aunque yo cambie.

Nada nos hará felices aunque yo te ame,

a tu lado sólo puedo esperar un futuro imperfecto

porque desbrozas sin piedad cualquier hermosa flor de esperanza

y hielas el manto acogedor del campo con tu falta de requiebro.

Te deseo al menos que tu búsqueda sea liviana y no un réquiem por un sueño.

Hasta nunca…mi eterno insatisfecho.

Extraído de «Komero».

Fotografía de Tomeu Mir y poema de Sara de Miguel.

El camino de las sombras

En el camino de las sombras

debo admitir

que no me imagino

mi vida sin ti

y sé

que no podría ser mejor

de lo que ya es

contigo en ella.

Imagen y poesía de Sara de Miguel.

¡Feliz semana!

No te deseo un año maravilloso…

«No te deseo un año maravilloso donde todo sea bueno.

Ese es un pensamiento mágico, infantil, utópico.

Te deseo que te animes a mirarte, y que te ames como eres.

Que tengas el suficiente amor propio para pelear muchas batallas, y la humildad para saber que hay batallas imposibles de ganar por las que no vale la pena luchar.

Te deseo que puedas aceptar que hay realidades que son inmodificables, y que hay otras, que si te mueves del lugar de la queja, puedes cambiar.

Que no te permitas los “no puedo” y que reconozcas los “no quiero”.

Te deseo que escuches tu verdad, y que la digas, con plena conciencia de que es sólo tu verdad, no la del otro. Que te expongas a lo que temes, porque es la única manera de vencer el miedo.

Que aprendas a tolerar las “manchas negras” del otro, porque tú también tienes las tuyas, y eso anula la posibilidad de reclamo.

Que no te condenes por equivocarte; no eres todopoderoso.

Que crezcas, hasta donde y cuando quieras.

No te deseo que el año nuevo te traiga felicidad. Te deseo que logres ser feliz, sea cual sea la realidad que te toque vivir».

Texto de Marta Medici. Fotografía de Sara de Miguel.

Sonríes con la mirada

A veces sonríes con la mirada,

con una sonrisa preciosa:

dulce y aniñada,

inocente y feliz.

Es entonces,

durante esos breves segundos

en los que no necesito

ni ver tus labios

para saber que sonríes,

que me siento

realmente afortunada.

Como siempre te digo:

si te vieras con mis ojos

no tendría ningún poema que escribirte,

y es cuando me sonríes con la mirada

cuando más cierto es

que para escribir poesía

no hacen falta palabras…

¡Feliz día!

Poema de Sara de Miguel y fotografía de Tomeu Mir.

Te deseo (de Victor Hugo)

«Te deseo primero que ames,
y que amando, también seas amado.
Y que, de no ser así, seas breve en olvidar
y que después de olvidar, no guardes rencores.
Deseo, pues, que no sea así,

pero que sí es,

sepas ser sin desesperar.

Te deseo también que tengas amigos,
y que, incluso malos e inconsecuentes
sean valientes y fieles, y que por lo menos
haya uno en quien confiar sin dudar.

Y porque la vida es así,
te deseo también que tengas enemigos.
Ni muchos ni pocos, en la medida exacta,
para que, algunas veces, te cuestiones
tus propias certezas. Y que entre ellos,
haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro.

Te deseo además que seas útil,
más no insustituible.
Y que en los momentos malos,
cuando no quede más nada,
esa utilidad sea suficiente
para mantenerte en pie.

Igualmente, te deseo que seas tolerante,
no con los que se equivocan poco,
porque eso es fácil, sino con los que
se equivocan mucho e irremediablemente,
y que haciendo buen uso de esa tolerancia,
sirvas de ejemplo a otros.

Te deseo que siendo joven no
madures demasiado de prisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer
y su dolor y es necesario dejar
que fluyan entre nosotros.

Te deseo de paso que seas triste.
No todo el año, sino apenas un día.
Pero que en ese día descubras
que la risa diaria es buena, que la risa
habitual es sosa y la risa constante es malsana.

Te deseo que descubras,
con urgencia máxima, por encima
y a pesar de todo, que existen,
y que te rodean, seres oprimidos,
tratados con injusticia y personas infelices.

Te deseo que acaricies un gato,
alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero
erguir triunfante su canto matinal,
porque de esta manera,
te sentirás bien por nada.

Deseo también que plantes una semilla,
por más minúscula que sea, y la
acompañes en su crecimiento,
para que descubras de cuántas vidas
está hecho un árbol.

Te deseo, además, que tengas dinero,
porque es necesario ser práctico,
Y que por lo menos una vez
por año pongas algo de ese dinero

enfrente a ti

y digas: «Esto es mío»,

sólo para que quede claro
quién es el dueño de quién.

Te deseo también que ninguno
de tus defectos muera, pero que si
muere alguno, puedas llorar
sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.

Te deseo por fin que, siendo hombre,
tengas una buena mujer, y que siendo
mujer, tengas un buen hombre,
mañana y al día siguiente, y que cuando
estén exhaustos y sonrientes,
hablen sobre amor para recomenzar.

Si todas estas cosas llegaran a pasar,
no tengo más nada que desearte.»

Estas son las inteligentes y audaces palabras del gran escritor, pensador y dramaturgo Victor Hugo. Ellas son mi deseo para vosotr@s.

¡Feliz día!

Sara de Miguel

Pide un deseo

Si pudieras pedir un deseo y saber que se va a cumplir,

¿qué pedirías?

¿Pedirías estar más delgad@?

¿Ser más guap@?

¿Quizás tener más cosas o mejores?

¿Pedirías tener otro trabajo?

¿O tener más dinero?

Y si tuvieras un ser querido con una enfermedad grave,

¿qué pedirías?

Seguramente que estuviera mejor,

o tener más tiempo a su lado.

Ya no te preocuparían según que fruslerías

porque lo importante, la vida,

se te estaría escapando entre los dedos de la mano.

Pues mi deseo es que no necesites

una persona a la que ames gravemente enferma

para desear VIVIR

junto a las personas que quieres

y disfrutarlas.

Dedica tu tiempo y tu esfuerzo a lo que de verdad lo merece:

ser feliz y hacer felices a las personas que te rodean.

Haz de ese deseo tu camino

y deja que las buenas acciones

te acompañen en tu día a día…

 

Fotografía y texto de Sara de Miguel.

Tienes una mirada

Me gustaría que las miradas de amor

tuvieran notificación como los mensajes:

«Tienes una mirada».

Así sabrías cuántas veces me pierdo en tus ojos,

en el perfil de tu nariz,

en tus labios hermosos

y en la luz que surge de tu alma.

Sería increíble que supieras cuánto te adoro:

que por un efímero momento

supieras de mi afecto sempiterno,

tan eterno y tan etéreo

como la elocuencia de mis palabras.

 

Fotografía y poema de Sara de Miguel.

¡Feliz día!

 

Tumbada en la luna

Y me tumbo en la luna

mirando el césped.

¡Qué mala costumbre que tengo,

dicen, de ponerlo todo del revés!

Peor pienso que sea ponerlo

siempre todo del derecho,

donde se ve igual

y no hay diferentes perspectivas.

Y yo aquí bien cómoda,

en mi mullida luna,

miro abajo y veo el jardín de mi casa.

Mis vecinos, los pueblos colindantes,

las ciudades, las extensas tierras

y los inconmensurables mares.

¡Qué pequeñita soy cuando estoy

tumbada en la luna mirando el césped!

Tranquila, quebrantándome en una sosegada soledad

que me da la mano y me acompaña

en mis excursiones nocturnas

a mi rincón oscuro.

Porque la luna es oscura,

sólo que desde la tierra

la vemos rebosante de luz

porque el sol se refleja en ella.

¡Qué curioso cómo cambian las cosas

cuando uno mismo es el que cambia!

Cuando cambias de posición,

de idea, de entorno y de camino.

Son momentos de cambios.

Todos atesoramos momentos

que de una u otra manera

marcaron un antes y un después en nuestras vidas.

Hay momentos tristes y abrumadores,

como cuando pierdes a una persona que quieres,

y hay momentos inundados de felicidad,

como cuando encuentras tu amor

reflejado en las personas que amas.

La extraña función matemática de la concatenación

de todos esos momentos es el aquí y ahora.

Y si echas la vista atrás,

y te tumbas conmigo un ratito, de la mano,

en la luna a mirar el césped,

podrás sentir como todos esos momentos

conforman tus recuerdos.

¡Es una pena no poder guardarlos todos en la memoria!

Porque parece increíble pero los recuerdos se van.

No sabemos dónde, pero se van… Lentos y discretos.

Y si uno no hace un verdadero esfuerzo por mantenerlos vivos

simplemente se esfuman.

Si piensas con detenimiento en algún momento especial de tu vida

te darás cuenta de que ya no es el mismo momento que fue.

No lo ves nítido, ya no percibes su olor,

apenas oyes aquellas palabras que entonces fueron tan importantes,

todo es borroso y desdibujado

porque todas las experiencias que vivido desde que ocurrió

lo han modificado a la vez que tú cambiabas.

Porque todos cambiamos.

Piensa en dónde creías que estarías hoy, en este instante,

hace un mes,

hace un año,

hace diez años,

hace viente años o más.

¿Te imaginas ser quien eres?

¿Estás dónde creías que estarías?

¿Tu vida es la que concebiste en aquellos momentos?

No significa que quienes somos o donde estamos

sea mejor o peor de lo que hubiéramos imaginado,

pero estoy segura de que es diferente.

Somos como una cometa libre a merced del viento.

Nosotros ponemos las alas y la vida el cielo

y lo surcamos en ocasiones a voluntad

y muchas otras simplemente bailamos entre las nubes

e intentamos que no nos queme el sol abrasador

o no perdernos en las brumas tenues de la noche.

Súbete conmigo a la luna,

yo te enseñaré a mirar el césped

desde mi rincón oscuro

y lleno de calidez

para que no olvides

quien fuiste,

quien eres

y quien quieres ser…

Amor secreto

montaña

He sobrevolado las cumbres más altas,

las cimas alejadas más de la civilización,

para esconder mi secreto entre sus recónditos parajes

entre las nubes de algodón.

Allí reposan ahora mis sueños:

besarte con ternura,

amarte con pasión

y quererte sin medida.

Quedará mi confidencia entre el cielo límpido

y la hermosa tierra,

allí donde no puedas ni imaginar

que mi corazón se debate

entre confesarse o callar,

entre el olvido o el embate…

 

Fotografía y texto de Sara de Miguel. ¡Feliz día!

 

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