Lo que hacemos cada día VI: aprendizajes

      Para aprender a comunicarnos de una manera eficaz, en las próximas páginas explicaré algunos conceptos básicos, pondré ejemplos cotidianos (con los que seguramente te sentirás identificado o identificada), y propondré ejercicios para que puedas practicar pautas saludables de comunicación.

   Para poder aprender cosas, te ofrezco información sobre el aprendizaje en sí mismo. Aprendemos básicamente mediante tres procesos:

    1. La repetición y la asociación. Cuando repetimos insistentemente una acción acaba formando parte de nuestro repertorio básico de conductas. También sucede con los conocimientos, por ejemplo, cuando somos pequeños y nos hacen repetir “ma”, hasta que decimos “mamá”, y lo asociamos a una persona concreta. Entonces hemos aprendido que dos monosílabos unidos sirven para llamar a nuestra madre. Esto es así en la mayoría de aprendizajes durante los estudios: aprendemos a base de “empollar” o repetir contenidos hasta que nos los sabemos.

    1. Por curiosidad o descubrimiento (lo que lo los psicólogos llamamos insight). A veces aprendemos por pura casualidad, como por ejemplo cuando somos pequeños y te das un golpe y te duele. Nadie ha previsto que te des un golpe, ni era tu intención aprender a asociar golpe y dolor, pero gracias a un suceso casual (que te des el golpe) aprendes algo muy importante a lo largo de la vida (que golpearse duele).

    1. La observación e imitación de los demás. Muchos comportamientos los aprendemos tras verlos en otras personas de nuestro entorno. Por ejemplo, si tu padre decía palabrotas, seguro que en algún momento las repetías. Al igual que si te decía “te quiero”, también lo hacías. Esto es igual de válido con personas incluso ajenas a nosotros, por ejemplo, si en la tele has visto un gesto en un actor o actriz que te ha parecido gracioso, sexy, o guay, y lo has imitado.

   Aunque podemos aprender de estas (y otras muchas) maneras, todos los aprendizajes tienes un componente común, y es el fortalecimiento o debilidad de conexiones neuronales. Cada cosa que aprendemos implica que varias de nuestras conexiones entre células cerebrales se “unen” y crean una HUELLA DE MEMORIA. Estas huellas se hacen más fuertes o más débiles en función de la intensidad de ese aprendizaje (por ejemplo, las veces que lo repetimos) y, sobretodo, del componente emocional que lo envuelve. Si sientes una emoción intensa, la huella de memoria es más potente y tiende a activarse con facilidad. Si, al contrario, lo que estás aprendiendo o lo que te está pasando no te emociona, la huella es más débil y probablemente se active con dificultad.

   Por ejemplo, aprender las tablas de multiplicar es un conocimiento que no genera gran emoción, por lo que cuesta generar una huella de memoria y tenemos que repetirlas una y otra vez para aprenderlas. Sin embargo, seguro que recuerdas con facilidad los rasgos de la persona amada, su olor e incluso la ropa que llevaba un día concreto (y sin haberte si quiera propuesto memorizar nada de todo eso) porque te generó una emoción intensa.

   Ahora que ya sabes como funciona el aprendizaje y lo importante que es la comunicación, te propongo empezar a que hagas cosas. Como en cualquier proceso de cambio, lo primero que debes hacer es observarte. La premisa base es que no se puede cambiar nada que no se conoce, por lo que debes fijarte en ti mismo, en qué términos te comunicas contigo mismo, y con los demás. Y también fijarte en cómo los demás se comunican contigo, y entre ellos. Hazlo cada día, porque de esa manera OBSERVAR se convertirá en un hábito. Irás creando huellas de memoria y poco a poco adquirirás dotes observadoras que son imprescindibles para ser un buen comunicador. No olvides que SOMOS LO QUE HACEMOS.

¡FELIZ LUNES!

SARA

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